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En Las Aulas
3 de enero de 2018 14:44

Periodismo anclado a la libertad y a la razón

La Ilustración -libertad, igualdad y fraternidad- presidió el pensamiento de Espejo. Foto: Archivo

La Ilustración -libertad, igualdad y fraternidad- presidió el pensamiento de Espejo. Foto: Archivo

Redacción En las aulas

Nació en Quito el 21 de febrero de 1747. Falleció célibe, el 27 de diciembre de 1795, a la edad de 47 años.

Breve historia

Fue hijo de Luis Espejo, indio, cajamarquino. Modesto sirviente primero, practicante de medicina después y, finalmente, cirujano y administrador en uno de los hospitales del Quito colonial.

Su madre fue doña Catalina Aldaz y Larraincar, humilde mestiza: chola (hija de blanco e india), según unos, o mulata, según otros. Dedúcese de esto que, en verdad, el Dr. Eugenio Espejo no fue indio en la rigidez del vocablo, sino más bien mestizo.

El primer periódico del actual Ecuador fue Primicias de la Cultura.

El primer periódico del actual Ecuador fue Primicias de la Cultura.

Escritor y prócer

Como escritor trabajó en los predios de lo humano y lo divino con gran soltura, erudición y conocimiento. Fue crítico de críticos, panfletista inexorable, censor intransigente, polemista cabal. ¡Siempre anduvo contra las gentes culteranas de la época, con garbosa y chispeante pluma!

Su obra principal fue El Nuevo Luciano de Quito, donde hizo gala de su cuantioso saber, fino y aguzado espíritu burlesco. Es una crítica ácida contra el poder de la época.

Médico y escritor

Espejo escribió con nombres supuestos: Dr. Xavier de Cía Apéstegui y Perochena. Pese al seudónimo, el clero, los jesuitas en particular, contra quienes endilgó la sátira sangrienta, pungente, le identificaron sin dilación. Una avalancha atronadora de críticas, amenazas e insultos -toda una andanada de grueso calibre- le cayó encima. Impávido, desde lo alto de su alminar, recogió los improperios, amén de la crítica juiciosa, y ripostó en su Marco Porcio Catón, su segundo libro, esta vez disfrazado de Moisés Blancardo.

Espejo fue pionero en muchos aspectos de la vida política e intelectual del país: protoprócer y protomártir; primer periodista y primer bibliotecario, y protomédico también.

En su condición de médico, científico e historiador de la Medicina, Espejo nos legó páginas brillantísimas. Ello ocurría a fines de noviembre de 1772, cuando apenas contaba con 25 años de edad.

Educación higiénica

Espejo reclamaba, como cuestión básica, una rigurosa educación higiénica llevada a todos los estratos sociales.

“Es preciso -decía- que el pueblo esté bien persuadido que las viruelas son una epidemia pestilente. Esta sugestión era ociosa en Europa en donde están persuadidas generalmente las gentes, que no se contrae sino por contagio. Acá las nuestras, parece que está en la persuasión de que es un azote del cielo, que envía a la tierra Dios en el tiempo de su indignación”.

Espejo dejó una herencia cultural valiosa. El hito de sus Primicias de la Cultura de Quito es insuperable. Profesores y estudiantes deben fomentar el conocimiento de la obra de este prócer, sabio y científico.