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10 de octubre de 2017 19:37

‘Senté a mi hijo en mis piernas y me contó todo. Un profesor que hacía cosas horribles’

Padres denuncian supuesto abuso sexual en escuela del norte de Guayaquil. Foto: Joffre Flores / EL COMERCIO

Padres denuncian supuesto abuso sexual en escuela del norte de Guayaquil. Foto: Joffre Flores / EL COMERCIO

Elena Paucar

Un avión de papel volaba por la sala de espera del estudio jurídico. Esta mañana, Christian y Jonathan (nombres protegidos) jugaban y ensayaban su lectura con la tarjeta de presentación del abogado que llevará la denuncia de sus padres.

Los pequeños, de 7 años de edad, estudiantes de tercero de básica de una escuela pública del norte de Guayaquil, comparten una historia de abuso.

“Senté a mi hijo en mis piernas y me contó todo. Me dijo que era un profesor que le hacía cosas horribles: le ponía el pene en la boca, se lo ponía atrás, le daba de tomar orine, le tomaba fotos y le daba unos caramelos que eran malos y lo hacían marear”, relató Martha, la madre de Christian.

Ella fue la primera denunciante de los cuatro casos que hasta ahora se han reportado en la sección vespertina del plantel. Las autoridades pidieron valoraciones sicológicas a los niños de dos aulas en busca de síntomas similares a los que Martha detectó en su hijo.

15 días atrás, Christian cambió su comportamiento radicalmente. No llevaba tarea a casa, sus cuadernos estaban en blanco y su tutor le llamó la atención porque era agresivo y golpeaba a otros compañeros del salón.

“Sospeché más cuando un día llegó a la casa con la cabeza rota y la camisa manchada de sangre. Me dijo que un maestro que lo empujó contra un pilar”. Entonces, acudió a la escuela para poner su queja ante el Departamento de Consejería Estudiantil (DECE). Esa fue la primera de múltiples visitas, tras descubrir que la agresión no solo era física.

La Fiscalía del Guayas investiga el caso. El fin de semana los padres asistieron a una primera audiencia después de la detención de un docente; en su celular hallaron material pornográfico.

Otro maestro y un inspector, todos del bachillerato, también son señalados por los pequeños. Al parecer acorralaban a los estudiantes cuando iban al baño. Y en algunos casos, según relataron los niños, los amarraban de las manos con sus propios pasadores.

Por los testimonios recopilados hasta ahora, el fiscal César Peña explicó que investigan el presunto delito de violación, tipificado en el artículo 171 del Código Orgánico Integral Penal (COIP). La sanción va de 19 a 22 años de prisión.

Este lunes 10 de octubre del 2017, Christian y Jonathan no fueron a la escuela. Junto a sus padres recorrieron la Fiscalía, ubicada en el centro de la ciudad; y luego acudieron al estudio jurídico de Hernán Ulloa, quien asumió la defensa del caso.

El abogado indicó que pedirá a la Fiscalía varias diligencias, como la reconstrucción de los hechos, los testimonios de los niños ante un juez especializado y un psicólogo en la cámara de Gesell, e indagar, con otros docentes, el comportamiento de los implicados durante la jornada escolar.

“Cuando la violencia sexual es cometida por profesores, la ley prevé el máximo de la pena. También, cuando los afectados son niños menores de 10 años. Es decir, la pena sería de 22 años de prisión”, explica Ulloa.

El código además incluye agravantes que podrían aumentar la sanción. El artículo 47 el COIP menciona como agravante el uso de “cualquier sustancia que altere el conocimiento o la voluntad de la víctima”. Los niños cuentan que recibían caramelos que los mareaban. “Por todo esto, la pena podría sumarse a 30 o 32 años”, advierte el defensor.

Poco después del mediodía, Christian esperaba ansioso verse en el noticiero. “Mami, ya mismo salimos en la tele”, decía inocentemente, apuntando al televisor del despacho de Ulloa.

En cambio el cansancio venció a Jonathan, quien tomó una siesta en brazos de su madre. Ella usa gafas oscuras para ocultar el llanto que le causó descubrir, recientemente, lo que su hijo vivió.

Martha luce más fuerte. Hace una semana esta madre de tres hijos, soltera, acortó su horario de trabajo para dedicarse de lleno a indagar lo que pasó. Cuenta que visitó insistentemente la escuela y exigió recorrer los salones para ubicar al primer maestro que su hijo identificó como parte de los supuestos agresores.

“Le dije a la rectora y a las maestras que iba denunciarlo, porque mi hijo corría peligro si ese hombre seguía ahí (…). Me dijeron que el colegio también lo denunciaría ante el distrito, pero cuando fui distrito no sabían nada del caso”, recuerda.

La semana pasada, el ministro de Educación, Fander Falconí, recalcó que existe un mecanismo en estos casos para investigar, dar seguimiento y establecer sanciones, según la Ley Orgánica de Educación Intercultural. En los últimos cuatro años, más de 340 docentes han sido investigados por presuntos abusos sexuales. “Tenemos todo un protocolo establecido para actuar rápidamente”, dijo Falconí.

Martha insiste que debió acudir varias veces al plantel, en busca de respuestas. “Finalmente, la rectora me dijo que ella no podía sacar al maestro. Pero para darme seguridad pasaría a mi hijo a la mañana; el maestro también daba clases en la mañana”.