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26 de diciembre de 2017 07:51

Un niño y una adulta mayor fallecieron en la explosión en un restaurante en Nochebuena

Los abuelos, la madre, el tío y un primo del pequeño se disponían a disfrutar de la cena navideña en el restaurante Toronto, ubicado en las avenidas Río Coca y 10 de Agosto, en el norte de Quito. Esa costumbre la tenían desde hacía años. Foto: Eduardo Ter

Los abuelos, la madre, el tío y un primo del pequeño se disponían a disfrutar de la cena navideña en el restaurante Toronto, ubicado en las avenidas Río Coca y 10 de Agosto, en el norte de Quito. Esa costumbre la tenían desde hacía años. Foto: Eduardo Terán / ÚN

María Belén Merizalde

Nicolás Maldonado estaba ansioso de que llegara la Nochebuena para poder abrir los regalos que tanto le gustaban y que estaban bajo el árbol.

A sus siete años le llenaba de ilusión esta época, no solo por las cosas materiales que iba a recibir, sino también por la alegría que le producía compartir la Navidad con su familia.

Los abuelos, la madre, el tío y un primo del pequeño se disponían a disfrutar de la cena navideña en el restaurante Toronto, ubicado en las avenidas Río Coca y 10 de Agosto, en el norte de Quito. Esa costumbre la tenían desde hacía años.

Pero, esta vez, la desgracia llegó luego de un terrible estruendo que hizo que todos quienes se encontraban en el lugar salieran volados por la explosión.

Escombros y vidrios rotos caían sobre los comensales, quienes trataban de huir del sitio sin saber qué ocurría.

Juan Carlos Díaz, tío de Nicolás, buscaba desesperadamente al niño. Tras unos minutos encontró al pequeño y removió con fuerza los escombros que estaban sobre él. Lo sacó del lugar y en el auto de la familia lo trasladó hasta una clínica cercana.

En el trayecto escuchaba los latidos de su corazón, pero cuando llegaron a la casa de salud los intentos por reanimarlo fueron en vano. El pequeño murió.

Sus familiares resultaron heridos, pero el dolor físico no era tan fuerte como el que sentían en el alma. Los regalos no fueron abiertos y la Navidad se acabó.

“Vamos a llegar hasta lo último, esto no puede quedar así. Una indemnización no me devolverá a mi sobrino, queremos que se siente un precedente para que no pase más”, señaló Díaz.

Su abuelita, desecha, contó: “Mi niño estaba en un plantel especial en el sur y el doctor le ayudó mucho”. Él se había convertido en los oídos de su abuelito.
“Por una discapacidad auditiva de mi papi, mi sobrino era el que se encargaba de darle escuchando todo, estaba pendiente de las conversaciones, del timbre, del celular”, contó el tío.

Lo que más le duele a la abuelita es que su nieto “se fue sin abrir sus regalitos que tanto le gustaban”.

El abuelito de Nicolás estaba, ayer en la tarde, con su pie enyesado en el velatorio. Salió del hospital para acompañar a su nieto, al que amaba y llamaba hijo.

Más detalles

Nicolás Maldonado no fue el único que murió en este lugar. Una adulta mayor, de 80 años, fue otra víctima de la explosión. Durante varias horas permaneció en el Hospital Pablo Arturo Suárez, pero no logró superar las heridas y falleció la tarde de ayer.

Sus familiares exigieron justicia y acudieron a la Unidad de Flagrancias para denunciar lo ocurrido. Según las autoridades de la ciudad, una persona que sería el dueño del local se encuentra detenida. La onda expansiva alcanzó dos cuadras, dejó 12 personas heridas y afectación en varios vehículos.

Tras las investigaciones realizadas por el Cuerpo de Bomberos Quito se determinó que en el lugar existía una central de gas clandestina. Estaba tras una pared del segundo piso del local, que estaba conectada a nueve cilindros de gas de uso doméstico.

El local sí contaba con permisos municipales, pues en inspecciones realizadas durante el 2016 y 2017 solo se evidenció una central de gas conectada a tres tanques industriales.