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2013-10-19 09:45:31

Venció al cáncer para dar ilusión al enfermo

La primera vez que vio llorar a su padre fue el día que le dijo que tenía un cáncer en el seno derecho.

Eso fue en octubre del 2009. Cristina Quintero tenía 33 años y una niña de tres años que desde entonces se convirtió en su esperanza para vivir. Cuando te dan esa noticia es como si se abriera el suelo, como si el mundo se partiera en dos.Ella sabe que las personas creen que un cáncer es una sentencia de muerte y en su caso no fue así. Ni tiempo hubo para llorar. Había que combatirlo.Luego de cuatro sesiones de quimioterapia, un cóctel de fármacos que le hicieron perder su cabello, el tumor se redujo de 7 a 2 centímetros. Los medicamentos y también la radioterapia ayudaron, pero no fueron suficientes.

Un quirófano la esperaba si quería expulsar todas esas células malignas de su cuerpo. Mastectomía radical. Sí, el nombre de la cirugía le produjo miedo, pero luego de enterarse de que era el único camino la aceptó. Su esposo (prefirió no revelar sus nombres), su padre, sus tres hermanos y su hija estuvieron en su mente esos minutos previos a la operación, mientras se desvanecía.

Cuando abrió los ojos, descubrió que debajo de su bata blanca ya no tenía uno de sus senos. Le habían extirpado toda la mama derecha, incluso el pezón y las glándulas de la axila. Allí los médicos descubrieron que también había desarrollado un crecimiento anormal de células. Si me siento menos mujer No. Mis senos no definen quién soy. A primera vista no se nota, pero Cristina usa una prótesis mamaria externa.

Su melena castaña completa una apariencia que para cualquiera es difícil creer que combatió un cáncer y que lo ganó. Ahora, tras cuatro años, está libre de tumores. Cada mes se hace un control que demora 10 minutos. Se toca. Palpa su piel tratando de descubrir si hay alguna bolita. Los estudios médicos corroboran que está sana.

Cristina está convencida que el practicarse un examen de mama, en el baño de casa fue, en parte, lo que le salvó la vida. Antes de saber que tenía un cáncer, ella halló una bolita en su seno. Era como el tamaño de una lenteja. A pesar de que parecía algo tan pequeño, fui donde un doctor. Tras las consultas y exámenes, le dijeron que ese tumor no era maligno. Eso fue en junio del 2009. Para septiembre esa bolita se convirtió en una pelota y en un cáncer.

Esta experiencia y el amor que recibió de su familia le motivaron para ayudar a otras mujeres con el mismo diagnóstico. Cristina es secretaria bilingu00fce y divide su tiempo entre su trabajo en una empresa, la Fundación Cepreme y las visitas a un hospital en donde habla de su experiencia. Cuando una tiene cáncer se da cuenta que eso daña tu cuerpo, pero no tus anhelos.

Dice que, además de los pinchazos, las tomografías o las quimioterapias, una charla, una mano amiga o alguien que la escuche pueden servir para descargar todo ese dolor que no es físico. Otro día que vio llorar a su padre fue cuando le dijo que estaba sana.