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2014-12-19 08:39:00

El legado de Azael Franco

GuillermoGuillermo Benavides es uno de los seis jardineros, que cuidan las esculturas. Foto: UN.
Mauricio Duran

Vl visitar el cementerio de Tulcán uno se muere, pero de la emoción al ver tanta belleza. Así bromea Jaime Mosquera, un turista colombiano radicado en Estados Unidos, que visitó en los últimos días el camposanto.Mosquera hace alusión a las 309 esculturas en ciprés diseñadas por los artistas Azael Franco Guerrero, ya fallecido, y Lucio Reina García.

Ellos son los autores de los jardines denominados: Altar de Dios y Parque de los Recuerdos.

Las esculturas, únicas en su género en el país, permitieron que este sitio sea declarado Patrimonio Cultural del Estado, el 28 de mayo de 1984.

Este es el principal imán del turismo, que visita la capital del Carchi. La atracción principal del cementerio son las figuras precolombinas, agustinas y árabes.

El gran ausente en este año fue Benigno Franco, quien heredó de su padre, José Azael, el arte de podar con maestría los árboles de ciprés. Por más de 25 años estuvo al frente de la conservación de las figuras.

Pero el maestro murió el 5 de septiembre de este año. Sin embargo, sus conocimientos fueron heredados por seis obreros, que hoy son los encargados del mantenimiento del lugar.

Guillermo Benavides, podador por más de dos décadas, maneja con facilidad las gigantes y pesadas tijeras que dan forma a los arbustos. Recuerda que Benigno Franco les enseñó los secretos para mantener sanos a los árboles, que tienen entre 70 y 80 años.

Francisco Franco, hijo de José Azael, se incorporó aproximadamente un mes como voluntario, para vigilar que se mantenga vivo el legado de su padre.

Ahora es el encargado de ver que las esculturas no pierdan el estilo original.

Mientras tanto, Lucio Reina, de 71 años, creador del Parque de los Recuerdos, rememora que se vinculó a la tarea cuando apenas tenía 23 años. Se inició como ayudante del autor (José Azael Franco).

Con el tiempo se enamoró del arte que aprendió de don Franco, como lo llamaba. A pesar que se jubiló en su profesión de jardinero del cementerio de Tulcán, continúa frecuentando diariamente este lugar.

Es una suerte de guardián que cuida con mucho celo las 180 figuras, que constituyen el legado de Azael Franco Guerrero.

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