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2015-03-07 21:31:13

Halló solo sus huesos

Testimonio de Iván Guanuche sobre el hallazgo de una osamenta que era de su hijo, desaparecido desde el 2003.

Mi hijo, José Daniel Guanuche Jaramillo, tenía 23 años cuando desapareció a finales de julio del 2003. Esta pesadilla comenzó cuando le robaron una de las dos farmacias que tenía y su negocio quebró. Tras ese incidente, él decidió viajar a la Amazonía para trabajar como soldador en una compañía petrolera.

Su prioridad era recuperarse económicamente tras el asalto y mantener a su esposa e hija. Nos dijo que se iba, pero luego no supimos nada de él. Una vez nos dijeron que se había ido a trabajar como soldador en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y por años guardamos la esperanza de que fuera a volver con nosotros.

En diciembre del 2003, un desconocido me llamó y se hizo pasar por mi hijo. Nos deseó una feliz Navidad y un próspero Año Nuevo. Yo le pregunté cómo estaba y él me dijo de forma apresurada que estaba ocupado y que tenía que irse de viaje a Guayaquil. Fue una llamada corta.

Francamente no le creí. Luego volvió a comunicarse conmigo en junio del 2004 por el Día del Padre. En ese momento le pregunté cuál es el segundo apellido de su abuela materna y me cerró el teléfono. Desde aquella fecha, esa persona no volvió a comunicarse nunca más con mi familia.

Guardaba la esperanza de que estuviera vivo hasta el 2007 y en ese año presenté la denuncia de su desaparición en la Fiscalía. Luego a mi nuera no la volví a ver nunca más y desconozco su paradero hasta hoy. Pido a la Policía Nacional que la investiguen.

Transcurrieron 12 años hasta que, en febrero del 2015, los investigadores hallaron unas osamentas en un terreno baldío ubicado en el barrio Paquisha (sur de Quito). Cuando vi esos huesos en la morgue, algo por dentro me dijo que se trataba de mi hijo y no me equivoqué. Yo sí creo que la sangre llama a la sangre. Di mi sangre para las pruebas de ADN y los restos encontrados en aquel sitio coincidieron en un 99,99% conmigo.

Era mi hijo, al fin lo encontré. Ahora espero que llegue un antropólogo forense para saber cómo murió, pero a simple vista pude ver que su cráneo tenía un corte de 17 cm. También parece que en la columna le dieron un machetazo y un fuerte golpe en la mandíbula.

Ahora únicamente pido que se haga justicia. Lo recuerdo como un joven muy hábil. Sabía soldar, pintar, dibujar, cortar el pelo, hacer pan, trabajar en vulcanizadora. Agradezco a Dios y a la Dinased de la Policía porque ya apareció.

Ahora me siento más tranquilo y ya no me agobio pensando en que está perdido o si está como indigente en otra ciudad o pueblo. Yo lucharé porque se haga justicia.

Diego Bravo (I)dbravo@elcomercio.com