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2015-06-29 06:25:32

41 viviendas dañadas

AspirantesAspirantes de la Policu00eda y el Grupo de Operaciones Especiales ayudaron a evacuar a los afectados. Foto: Diego Pallero / u00daN

Para los 650 habitantes de Oyacachi, ubicado en el cantón Quijos, en Napo, las lluvias torrenciales son un mal presagio.El viernes, a las 17:40, el cielo parecía que se venía abajo. Luego de unos instantes escucharon un estruendo y la tierra empezó a descender como un río de lodo y rocas.

Fernando Quisahuano veía la televisión cuando oyó los gritos de sus vecinos. Tomó a su nieto de 7 años, salió de la casa y corrió hasta la cancha de fútbol. Desde allí vio cómo la tierra arrasó todo a su paso: 41 viviendas fueron afectadas y 11 están destruidas completamente, entre estas la escuela.

Doscientas familias de este poblado tuvieron que recoger sus enseres y abandonar sus casas. Al menos mientras mejora el clima. Blanca Aigaje no ha podido dormir desde el deslave. Escucha ruidos extraños y alza la vista hasta el cerro Chusigsacha con temor de que se desprenda de nuevo una de sus verdes laderas.

Micael Parión, presidente de la Junta Parroquial, explicó que unas 41 familias damnificadas buscaron refugio en Cangahua, un poblado a 40 kilómetros, en Cayambe. Junto a la iglesia se instalaron carpas en donde pasaron la noche. Los afectados recibieron alimentos y frazadas por parte del Ministerio de Inclusión.

También las vías de acceso de Quijos desde Napo están dañadas por las lluvias. Esto ha impedido que los afectados puedan evacuar hacia Baeza o Papallacta, en donde algunos tienen familias. 'Ya no puedo vivir aquí, con el temor de morir sepultada', dijo María Aigaje, de 34 años. No pudo contener las lágrimas cuando desarmaba su cama, metían en costales su ropa y recogía los juguetes de sus hijos.

En la mañana del sábado, mientras la población recuperaba sus cosas, se dieron dos deslizamientos de tierra de menor proporción. El temor volvió a invadir a los pobladores: 'u00a1Salgan, salgan!', gritaban. La gente dejó en el suelo sus enseres y corrió en busca de un lugar seguro.

Una espesa neblina impedía ver la cumbre de la montaña, pero se escuchaba cómo el alud rompía los árboles a su paso.

Cuando todo pasó, los pobladores volvieron en silencio a sus tareas. 'Solo nos toca resignarnos y encomendarnos a Dios', dijo Raúl Caiguano.

Parión dijo que hay gente que prefirió quedarse en Oyacachi, pese el riego. Ellos esperan que pronto el pueblo vuelva a vivir del turismo y la ganadería.Redacción Seguridad (I)