placeholder
Noticias
2015-07-04 08:40:57

'Con la uña toqué al Papa'

Veru00f3nicaVeru00f3nica de la Santa Faz (izq) y Beatriz del Niu00f1o Jesu00fas son del convento de El Carmen Alto. Foto: u00daN.
Diana Chamorro

Fue un encuentro inolvidable y los recuerdos aún están frescos entre tres monjas de claustro quienes el 30 de enero de 1985 se reunieron con el papa Juan Pablo II en la Basílica del Voto Nacional (Venezuela y Carchi).El Papa llegó a Ecuador el 29 de enero, coincidiendo con los 450 años de la primera evangelización en Ecuador y el segundo milenio del nacimiento de la Virgen María. Quito lo acogió el 29 y 30 de enero.

El 31 estuvo en Latacunga, Cuenca y Guayaquil. Durmió en el Puerto Principal, en donde se despidió de los ecuatorianos el 1 de febrero. Aquella reunión con las monjas de claustro de todo el país fue multitudinaria, recuerdan las religiosas más antiguas del convento El Carmen Alto (ubicado en el Centro Histórico de Quito).

Y dicen que -en la Basílica- había monjas de todas las órdenes religiosas del país, llevaban hábitos de todos los modelos y de variados colores. María Elena del Corazón de Jesús, a sus 82 años de edad y 60 entregados a la vida de convento, recuerda que el papa Juan Pablo II las invitó, en aquella ocasión, a consolar el corazón de Cristo. Actualmente, esta monja de claustro está radicada en el convento de Santo Domingo de los Tsáchilas.

Antes de la reunión, las religiosas se habían propuesto -en cada uno de sus conventos- repasar a conciencia el himno compuesto expresamente para el Papa por el obispo de la diócesis de San Jacinto de Yaguachi, Aníbal Nieto: 'Bienvenido Santo Padre, mensajero del Señor, Ecuador sus puertas abre al Pastor del Grey de Dios. Bienvenido Santo Padre, mensajero del Señor, llévanos al Evangelio por la gracia del amor...'.¿Y no cantaron?La idea era que las hermanas congregadas en la Basílica recibieran a Juan Pablo II cantando. Pero nada de eso ocurrió, pues -recuerda María Elena del Corazón de Jesús - cuando ingresó a la Basílica no se cantó nada, alguien medio susurraba el tema, y más bien -casi todas- se pusieron a gritar; por ejemplo, Santidad, Santidad; Santo Padre, bienvenido; Bendíganos, su Santidad; Su bendición, por favor...

En medio de esas llamadas insistentes de las monjitas, el Papa seguía caminando a paso lento hacia el presbiterio.

En aquel sitio ya lo esperaban algunos obispos del Ecuador y el cardenal Pablo Muñoz Vega. Solo cuando el Santo Padre hizo el ademán de hablar, cesaron los gritos y se hizo el silencio en toda la Basílica. En ese instante se escuchó la voz de Karol Józef Wojtya: 'Las monjas han herido al Papa'.

Las religiosas no entendían esas palabras, pues nadie -confiesa María Elena del Corazón de Jesús- le pudo ni siquiera tocar. La seguridad alrededor del Papa era extrema.

Sin embargo, algunas religiosas sí tuvieron la fortuna de al menos tocarle de pasada.

Estuve en primera fila y sentí una emoción profunda, parecía que entraba el mismo Cristo. Y me estiré lo más que pude, comenta Beatriz del Niño Jesús.

Esa maniobra le permitió, con la uña del dedo anular de la mano derecha, tocar al Papa. Esa experiencia la contó a toda su familia y uno de sus hermanos le comentó, entre bromas, que no se lavara la maño por años. Y Beatriz del Niño Jesús le hizo algo de caso: ?No me lavé por algunos días.

La seguridad privada del Papa era extrema. Es que, rememora Beatriz del Niño Jesús, las religiosas estaban eufóricas.

Todas se quedaron completamente frías con las primeras palabras, en perfecto castellano, de Juan Pablo II. Y por segunda ocasión volvió a repetir: 'Las monjas han herido al Papa'.

Algunas religiosas empezaron a llorar y otras a murmurar mucho más alto. Y entonces aclaró 'Las monjas han herido el corazón del Papa', herido por tanto afecto. Treinta años después de aquella escena inolvidable, María Elena del Corazón de Jesús y Beatriz del Niño Jesús todavía se estremecen y sienten deseos de llorar.

Esa misma anécdota la recuerda otra religiosa de El Carmen Alto: Verónica de la Santa Faz, priora del convento.

Agrega que formaba parte del coro que intervino en la misa campal del parque La Carolina, así que al término de la homilía tuvo que caminar un largo trecho hasta llegar a la Basílica.

Aquella reunión con las religiosas del Ecuador duró unos 45 minutos. En ese tiempo las invitó, comenta Verónica de la Santa Faz, a la santidad. También les comprometió a orar sin pausa por el mundo entero, a consolar urgentemente el corazón de Cristo.

Betty Beltrán

Más de Chulla Vida:

Coleccionista y poetaFiesta en el público Escaleras en la ÚN 15k