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2015-10-31 09:22:30

En el rito conviven lo indígena y lo mestizo

LasLas familias de la parroquia visitan a sus seres queridos que han muerto y les llevan alimentos. Foto: Archivo / u00daN
Carla Sandoval

La muerte, para ellos, es una celebración. No es un fin, sino una puerta que da paso a otra vida.Por eso, el Día de los Difuntos, visitan las tumbas de sus familiares fallecidos y llevan alimentos preparados para compartir.En esta fecha, es común ver a la gente sentada sobre el sepulcro, o en la tierra, con platos de comida, contando anécdotas.

Jacinto Tasiguano explica que esa es una tradición indígena que aún se mantiene en el cementerio de la parroquia de Calderón, y también en el de Llano Grande. Los dos sectores están ubicados en el norte del Distrito.Comer entre tumbas Esta fecha, para ellos es un ritual. Las mujeres se reúnen desde tempranas horas en la mañana para preparar la colada morada, y mientras lo hacen, hablan de cuánto extrañan a sus muertos.

Ya en el cementerio, niños, jóvenes, abuelos todos degustan la bebida en familia. Así lo asegura Clemencia Sigcho, de 78 años, oriunda de la parroquia, quien asegura que sus nietas le ayudan en la cocina y toda la familia, sin importar la edad, visita las lápidas.

Ella está segura que sus padres, quienes están enterrados allí, la ven y la escuchan. Hay que darles misas, llevarles lo que más comían, para que no se enojen, para que nos cuiden, comenta.500 añosEl cementerio de Calderón, creado en 1934, tiene cruces y baldosas de colores sobre algunas tumbas. Los apellidos indígenas predominan. Pilatuña, Andrango, Cantuña, se avanzan a leer en algunas de las 300 lápidas.

Este ritual tiene más de 500 años y aún se lo realiza con entusiasmo. Rosa Chicaiza tiene en el cementerio a su hija María Angamarca.

Recuerda que su comida favorita eran los choclos con habas. Eso será lo que cocinará el 2 de noviembre, para llevar a su tumba.

Cuenta que cuando su madre murió, la enterraron junto a su padre, con sus vestidos favoritos, joyas y dinero.

Este rito empieza meses atrás, con la siembra de algunos de los ingredientes, como maíz negro, que se utilizan en la preparación de los platos.

Se los siembra a sabiendas de que servirán para ser compartidos con los seres muertos. Eso es lo que Tasiguano llama, las comidas en unión del pensamiento de las almas.Los mestizosLa parte mestiza también sale a flote. La Iglesia Católica interviene y lleva los rituales religiosos a los cementerios. El llamado es masivo. Más de unos tres cuartos de la población originaria acude a los cementerios del sector.

Las autoridades calculan que aproximadamente 25 000 personas llegan hasta la zona, entre los cuales están algunos turistas: gente de otras ciudades y de otros países que llega hasta la parroquia para entender la cosmovisión andina.

Se celebran misas especiales, la gente reza, llora... y disfruta. Los rezos son particulares: no son repeticiones de oraciones, sino que se improvisan.

Una de las características de este cementerio es que las parejas son enterradas una sobre la otra. Las mismas familias descansan en fosas cercanas, para mantenerse unidos.

Algo similar ocurre en las comunas indígenas de, La Capilla, Oyacoto, San Miguel y Santa Anita. En el 69, cuando el cementerio de Calderón empezó a quedar corto, se construyó el de Llano Grande.

El 2 de noviembre es un recordatorio de los valores de los grandes líderes y padres de familia de la comunidad. Los ancianos cuentan sus historias y transmiten las normas que deben regir a la comuna.

Evelyn Jácome. (I)njacome@elcomercio.com

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