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2015-11-28 10:13:29

Una partera en el sur

LourdesLourdes Rojano participu00f3 en el V Encuentro de Comunas Ancestrales de Quito.
Carla Sandoval

Le llaman la última partera del sur de Quito. Y de eso, Lourdes Rojano se siente profundamente orgullosa. También de haber nacido en Píllaro (1959, Tungurahua).La mujer de tez trigueña echó raíces en Quito, a los 7 años fue a vivir en La Colmena (centro). Aunque se resistió a ese cambio, lo tuvo que aceptar porque su padre consiguió trabajo en el Consejo Provincial y toda la familia (12 hijos) armó las maletas y salió de su inolvidable terruño.

A los 12 años, Lourdes ayudó a dar a luz a su madre: Caía un aguacerón y mi mamita ya se moría; no se podía llamar a nadie, pues las vías eran verdaderas quebradas, así que ante los gritos de dolor no me tocó más que ayudarla a alumbrar al último de los 12 hijos que tuvo.

Esa habilidad y esos nervios de acero los heredó de su abuelita materna, una de las parteras más famosas de la Sierra Centro. A su madre no le gustaban esas cosas, cuenta. Y su progenitora más bien se dedicó a otros menesteres para ganar dinero: lavaba y planchaba ropa ajena y labraba el campo.

En cambio, de su abuelita aprendió no solo atender la labor de parto, también a curar el espanto y el 'malaire'; aunque lo más importante, lo que le llena de satisfacción, es ayudar a dar a luz a las mujeres.

Hasta la actualidad ha atendido a unas 800 mujeres. Y nunca, señala, le pasó algo malo o algún accidente, incluso ayudó en un parto de gemelos.

Posteriormente, a los 16 años, se casó con un hombre nativo de la Comuna Chilibulo-Marcopamba -La Raya. Se conocieron en medio de los partidos de fútbol de la barriada.

Como aún era chica, Lourdes terminó de criarse con sus suegros, cuenta entre risas. Tuvo cinco hijos gracias a las parteras.

Ha viajado a Bolivia y a Colombia para perfeccionarse; sus conocimientos los ha intercambiado con otras parteras de provincia.

Parteras en Pichincha hay muy pocas; se están perdiendo paulatinamente, de ahí que su otro afán es rescatar esta práctica ancestral y se afana con enseñar a las más jóvenes.

A una hija suya, de 18 años, le enseña ese conocimiento, por lo pronto está estudiando para paramédica, aunque su pasión es traer niños al mundo.

Su ilusión: hacer una escuela de parteras y ayudarlas. Solo le ata el tema económico, el resto está a pedir de boca, porque tiene la voluntad y la energía.

Betty Beltrán (I)bbeltran@elcomercio.com