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2016-06-09 09:54:36

Murió al buscar un balón

Quería ser el mejor jugador de fútbol del país, pero sus sueños se truncaron y se hicieron pedazos al mediodía de ayer, 8 de junio.Brayan T., de 13 años, falleció por un golpe craneoencefálico severo. Todo ocurrió tras llegar del colegio donde cursaba estudios (el Nacional Pomasqui). Sus primos querían estrenar una pelota nueva y se armó el juego en el patio de su casa, ubicada en el barrio Alcantarillas (en la vía hacia la parroquia de Calacalí).

Entre las risas y los correteos de los menores, el balón cayó en la parte alta de una construcción de bloque de su tío. Y cuando el pequeño subió a buscarlo, sucedió lo inesperado: la pared le cayó encima. Los familiares del chico se reunieron rápidamente y, con el dolor a flor de piel, comenzaron a arreglar el sitio donde estaría la capilla ardiente para el velatorio.

Y en el lugar donde cayó el chiquillo se colocó una vela blanca encendida. Precisamente en ese lugar, algunos de sus parientes elevaron una serie de oraciones por el descanso de Brayan. El pequeño era el mimado de sus tíos y primos, y la adoración de sus padres. Una de sus primas comentó que tenía enamorada, una compañerita del colegio.

Por las circunstancias en las que se dio el accidente y en consideración de que los padres del niño son de escasos recursos económicos, el Municipio de Quito activó el fondo de emergencia mortuorio. Incluso un grupo de psicólogos arribó al sitio para ayudar, puesto que algunos de los niños de la familia observaron las escenas de este drama.

La noticia de la muerte de Brayan se regó por toda la zona. Y comenzaron a llegar los arreglos florales de sus amigos y compañeros. Era súper amiguero, cuentan sus parientes. No solo eso: se dejaba querer, tenía ángel y un montón de sueños. El más intenso de todos era perfeccionar sus jugadas que las aprendía mirando a los jugadores de su equipo del alma: el Emelec de Guayaquil.

Quería, con esfuerzo y trabajo, ser el mejor futbolista ecuatoriano, había dicho a sus amigos y familiares. Para completar su aprendizaje, cada domingo, Brayan era el primero en llegar a los partidos que religiosamente organizaba el equipo de su familia: Nápoli. Era un súper jugador. Buen estudiante también, tenía full buenas notas. Y cuando no estaba entre libros o jugando fútbol, se instalaba con la oreja en la radio: le fascinaba el hip hop romántico.

Por eso aquello de la cantada era su segunda opción de vida, su plan B. Algo que sus dos hermanos, de 17 y 9 años, le apoyaban a capa y espada. Era un guagua buena gente y entregado a su familia de la barriada de Alcantarillas, dicen quienes le conocían bien.

Betty Beltrán (I)