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2012-01-12 14:22:10

De niño abandonado a ladrón

CristianCristian naciu00f3 en Chone y se radicu00f3 en Quito. Foto: Pablo Tatu00e9s/ UN

A los siete días de nacido lo abandonaron en una canasta, en Chone, ahora cuida carros en Quito.u00a0El Yandún Peregrino me sale con que anda ocupado y

no quiere saber de entrevistas. Se va arrastrando su pierna, dicen que de chico le metieron un balazo y que desde ahí quedó así. Sin embargo, él me recomienda a su compañero.u00a0Cristian está acurrucado sobre unos cartones, enfundado con su saco, al punto que parece un decapitado, tiene el sueño tan pesado que el ruido de los vehículos que pasan a pocos metros del intercambiador en el cual duerme no le estorba.Trabajó hasta la medianoche cuidando carros, prefiero no decirles donde.u00a0El barrendero municipal viene para levantar toda la basura. u00a1Ese cartoncito no!, le dice Cristian, el barrendero se lo mira enojado, pero entiende que esa es la cama del hombre.u00a0El niñoHace 21 años, una pareja cruzó la acera y con curiosidad se acercó a una canasta abandonada. Envuelto en una cobija, un bebé de apenas siete días de nacido permanecía inmovilizado por el sueño.u00a0Nueve años más tarde, los dueños de aquella pequeña finca en Chone, le contaron esta mínima historia a Cristian, quien invadido por la tristeza, entendió el porqué no sentía tanto afecto por sus supuestos padres.u00a0Asumió el sentimiento del abandono y durante los siguientes dos años siguió trabajando en la hacienda, con el machete en mano sacando el cacao y la fruta. Logró terminar la escuela antes de que le dijeran que a él solo lo habían cuidado hasta que pueda defenderse solo y que ese tiempo había llegado.Deseoso de conocer la ciudad abandonó Chone y se vino a Quito, solo. A su corta edad logró emplearse como recepcionista de un hotel que funcionaba por el puente del Guambra.Seis años le duró el trabajo, el dueño del hotel vendió el negocio y todo se transformó en un chifa. Con los últimos centavos se metió en un karaoke de La Marín, lo gastó en licor, unos tipos se le acercaron a armarle la conversa: ¿Quieres trabajar?, le preguntaron. Cristian pensó que se trataba de algo bueno, pero en realidadu0085u00a0El ladrónCristian se arremanga el buzo, estira su brazo derecho con el índice alargado y un dedo de su mano izquierda se posa en la mitad de su antebrazo. Así da una idea del tamaño del cuchillo que usaba.Nuca mató a nadie, tenía un pulso tan bueno que podía hundir la punta del cuchillo los centímetros suficientes como para que el pecho de la víctima empiece a sangrar un poco. El asaltado se asustaba y entregaba sus pertenencias.u00a0Su ética no le permitía usar el mismo método con las mujeres. A ellas solo las observaba cuando caminaban por La Marín hablando por el celular o guardando dinero en la cartera. Todo era cuestión de esperar ese momento propicio en el cual una distracción daba luz verde a Cristian.Durante el año que se dedicó al robo, arranchó cientos de carteras, las cuales dejaba botando en su huida, mientras se adueñaba del teléfono y el dinero. Una chompa adicional le ayudaba a camuflarse en medio de la indiferencia que La Marín tiene para los robos.El dinero se lo gastaba en el consumo de la marihuana, el bazuco y siempre dejaba unos tres dólares para dormir en un hotel.u00a0De su primer asalto recuerda el miedo que tenía a que le metan preso o a que le dispare la Policía. Cayó preso, pero ninguna vez fue por robo, sino por no tener cédula, en otras palabras, lo detuvieron ilegalmente, de no que alguien me diga dónde dice que el no cargar la cédula es delito.u00a0Un día pensó que a la gente le costaba conseguir sus cosas y decidió dejar de robar, vivir más tranquilo. ¿Si pudiera ver a sus padres qué les diría? ¿Por qué tienen mal corazón y me dejaron botado tan pequeño?u00a0¿Te gustó esta historia? Déjanos tu comentariou00a0Más de La Rendija:u00a012 horas sobre la motoEnganche al pollo fritoSin alas sí se va al cieloBaile afro a orillas de un río