placeholder
Noticias
2012-06-23 12:00:14

Ocho décadas entre pinceles y claves morse

LuisLuis Rodrigo Du00edaz Cruz, una vida dedicada a ser telegrafista, pintor y mu00fasico. Foto: Maru00eda Isabel Valarezo/UN

Sus manos se acostumbraron al trazo fluido y preciso; sin obstáculos. A reflejar en el lienzo, con óleos o plumillas, todas sus vivencias, sus amores, sus sueños y sus miedos. Su conciencia.u00a0Más de 100 cuadros de todo formato reflejan ese frenesí creativo que se hizo dueño de sus fines de semana por más de 70 años. Pinturas que ahora se chocan entre sí en un descuidado y empolvado estudio, como si estuvieran en un bodegón.u00a0El estudio está ubicado en el segundo piso de su casa de Tumbaco y, desde hace dos años, no se abre sino cuando a este hombre canoso, delgado, de 1,65 metros de altura y que usa unos lentes con un gran marco de carey café le invade la nostalgia. Lo que sucede muy pocas veces, porque Luis Rodrigo Díaz Cruz no es de vivir de los recuerdos sino de lo que le diagrama el día a día.u00a0Hasta tanto, los cuadros se llenan de polvo y los tarros de pinturas y tintas se apiñan sobre un viejo estante, como si esperaran la varita de un mago para que les saque de su sueño forzado. Les acompaña un tablero morse jubilado, único testigo de su antigua faceta de telegrafista.u00a0u00a0Claro que hay pinturas que cuelgan de las paredes, como el óleo de gran formato en el que consta, vestida de domingo, toda la familia: papá, mamá, la nena y los siete varones.u00a0¿Qué frenó ese amor por la pintura? Pues una molestosa operación de la columna (se sacó tres hernias hiatales) que le impide estar parado por mucho tiempo y sentado... peor.u00a0Fue una de las tres operaciones que tuvo en su vida. Las otras dos fueron de la vesícula y de la próstata que, según el humor guasón que tiene don Rodrigo, u0093debió llegar mucho más temprano, antes de tener a varios de sus ocho hijosu0094.u00a0Lo cierto es que don Rodrigo orilla los 86 años conviviendo con su pasión artística (también toca el bandolín), su labor de funcionario público, su amor por su familia y sus recuerdos más conmovedores.u00a0Remembranzas que incluyen los 12 años que trabajó como telegrafista en los Ferrocarriles del Estado. Primero en la estación de Hoja Blanca -un pueblecito ubicado a 30 km al norte de Ibarra- y luego en Tumbaco, estación definitiva donde conoció a Lidia Inés Grijalva, la esposa que le daría ocho vástagos y una vida plena, con pocas tristezas.u00a0Estos años marcan cada uno de sus relatos y testimonios. Y este caballero nacido en Pifo saborea esa torta con moroso deleite.u00a0Rememora que aprendió el manejo del telégrafo en la Escuela de Transmisiones del Ejército y, en 1942, se hizo cargo de la estación de Hoja Blanca ganando 300 sucres.u00a0Luego, en la estación de Tumbaco, ayudó por muchas veces a las cacharreras (mujeres que traían contrabando de Colombia) a esconder sus mercancías de los inspectores, en un profundo pozo de agua que existía en las cercanías.u00a0Tiene presente, como si fuera ayer, cuando el bodeguero de la estación, Julio Lara, le hizo coger el bandolín y entonar el primer acorde.u00a0u00a0Tampoco olvida esos serenos y esas presentaciones artísticas que realizó en las sabatinas de su pueblo junto a su amigo Fernando Salazar, quien tocaba la guitarra. u0093Creó que a Lidia la conquisté a punte serenou0094.u00a0Tampoco olvida su paso por el Banco Central del Ecuador, donde trabajó en el Departamento de Créditos y Valores desde 1956 hasta cuando se jubiló, en 1980.u00a0Sin ninguna duda, don Rodrigo se bebió la vida con apetito. Y piensa, como Rubén Darío, que ha sido el arquitecto de su propio destino.u00a0Sus hijos lo recuerdan como un padre dedicado y decidido; generoso y bueno pero -como apunta Marco Antonio- drástico y severo, como eran los progenitores antiguos.u00a0Luego de 86 años de metas y tropiezos, don Rodrigo vive su otoño en compañía de sus familiares, con una espera tranquila, como perdonando el tiempo.u00a0Y se dedica, ahora sí con todo el tiempo a su favor, a ser el abuelo bonachón y cariñoso de sus 21 nietos y dos bisnietos.u00a0Más de Chulla vida:u00a0Trotamundos y pescador de imágenesObispo de la filigrana El último maestro de la vieja guardia 'El Chocolate' que endulza los oídos Las manos que alivian con el alma Crece con gigantes