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En Las Aulas
23 de agosto de 2017 13:30

Por una ética mínima en la sociedad actual

La corrupción tiene raíces profundas. Es hora de contribuir con una propuesta frente a este 'cáncer'.

La corrupción tiene raíces profundas. Es hora de contribuir con una propuesta frente a este 'cáncer'.

Redacción En las aulas

Se dice que la ética no está en crisis sino la práctica de la ética. Pero ese no es el problema de fondo: lo que preocupa es que el mundo gira –para ateos, cristianos o agnósticos– hacia un relativismo moral o anarquismo ético, donde los referentes ya no existen o no se practican.

Ética civil

Este supuesto ‘decaimiento’ de los valores que antes se consideraban inmutables es el resultado de cambios planetarios, que son imperceptibles e impactan progresivamente en los hábitos y comportamientos en todos los escenarios de la vida humana.

En ese sentido, la importancia de la ética rebasó las fronteras del currículo o del marco de la escuela, la familia y de los conventos. O como una cuestión exclusiva de los profesores de filosofía o de los sacerdotes. La ética tiene ahora una fachada y un contenido diferente y, a veces, divergente de los cánones o normas instaladas otrora por los dogmas. Está naciendo una ética civil como una sólida propuesta desde los sujetos y no desde la autoridad re­ligiosa, que luce envejecida y, en ocasiones, de espaldas a los tiempos.

¿Qué es la ética’

‘La ética es una rama de la filosofía, que estudia las cosas por sus causas (universal y necesario) y el comportamiento humano’. También es conocida como una disciplina que se relaciona con la moral y las costumbres de una sociedad. Se habla de ‘ethos’, es decir, de un contenido cultural que marca la identidad y la diversidad de los pueblos y naciones: su ser y modo de ser.

Para Aristóteles, la ética tiene un objetivo central: la búsqueda de la felicidad. Epicuro, en cambio, sostenía: “Comamos y bebamos, que mañana moriremos”. De todos modos, para los griegos lo más importante era la vida intelectual, antes que la entrega a los placeres y la riqueza, ‘lo que no excluye el goce moderado de los placeres sensibles y de los bienes en general, siempre y cuando no impida la contemplación de la verdad’. De ahí nace en Aristóteles el concepto de virtud, que consiste en la justa medida, para lo cual es necesaria la prudencia. Por eso, la virtud más elevada es la justicia.

Ética mínima
Un punto de partida –según Cortina– serían los derechos humanos (el ámbito ético de tales derechos), como marco de la promulgación de los códigos jurídicos vigentes.

Un criterio válido para promulgar dichas normas sería contemplar la variedad de creencias que se encuentran en las distintas culturas a las que los hombres pertenecen. ‘Así –dice la escritora– los derechos humanos son un tipo de exigencia cuya satisfacción debe ser obligada legalmente y, por tanto, protegida por los organismos correspondientes, y el respeto por estos derechos es la condición de posibilidad para poder hablar de hombres con sentido’.

‘De allí la importancia de explicitar los mínimos morales que una sociedad democrática debe transmitir: que son principios, valores, actitudes y hábitos a los que no se puede renunciar, pues hacerlo sería renunciar a la vez a la propia humanidad’.

Es urgente, por lo tanto, luchar contra la corrupción y sus raíces, con una ética civil bien concebida y aplicada. El diálogo es un medio; el fin es el bien común.