placeholder
Las Últimas
13 de enero de 2021 17:55

El campo tiene su arca de Noé

Algunas variedades de cereales y tubérculos, cuyas semillas se guardan. Foto: cortesía del Iniap

Algunas variedades de cereales y tubérculos, cuyas semillas se guardan. Foto: cortesía del Iniap

Betty Beltrán. (I)

En la estación experimental Santa Catalina, en el sector más frío de Quito, está el banco de semillas nativas del Ecuador, una despensa destinada a garantizar la supervivencia de las plantas más preciadas del país, aquellas que desaparecieron hace rato y las especies mejoradas que recién hicieron su entrada triunfal al campo.

Hace una semana justamente nació (se liberó) un híbrido de maíz de nombre Renacer y derechito fue a parar en esta suerte de arca de Noé del Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (Iniap), la cual tiene colecciones en la Sierra, Costa y Amazonía.

Todo ese banco de lo que conocen como germoplasma está repartido en seis estaciones experimentales: a más de Santa Catalina, en el sur de Quito, están: Pichilingue (Quevedo), Litoral Sur (cerca de Guayaquil), Portoviejo, Santo Domingo y Central Amazónica.

Entre todas suman 29 mil variedades de más de 380 especies de todo el país, inclusive de Galápagos. Solo en Santa Catalina se conservan 16 000 y en los otros puntos, el resto.

Según César Tapia, responsable del Departamento Nacional de Recursos Fitogenéticos del Iniap, cuentan con una de las colecciones de cacao más grande de América Latina.

Para conservar toda esa biodiversidad se activa un trabajo de análisis de reproducción y de contenido de cada planta, apunta el especialista. Es una suerte de escaneo de la planta para ver si, para guardarla, debe ir a sobre de aluminio, tubo de ensayo o a la tierra.

Las semillas ortodoxas, aquellas que no tienen aceite en su contenido de semilla y aguantan temperaturas de menos 15 grados, se las guardan en la primera opción: sobres de aluminio polietileno, herméticamente sellados. En este grupo están, por ejemplo, maíz, amaranto, fréjol, entre otros.

Hay otras especies que tienen semillas recalcitrantes o de reproducción asexual, las cuales se conserva en tubos de ensayo o en el mismísimo campo. Por ejemplo, papa, oca, melloco, cacao…

Tapia apostilla que esta suerte de arca de Noé del campo fue diseñada hace 40 años cuando se vio que se estaban perdiendo hartas variedades que se habían domesticado hace más de 10 mil años y que contribuyen a la seguridad alimentaria del país.

La primera semilla que entró a conservación fue la de amaranto, le siguieron la quinua, melloco, oca, mashua, zanahoria blanca, jícama, miso y achira. Posteriormente se sumaron: maíz, frejol… ; y la última que hizo su entrada fue la semilla del maíz Renacer y varias especies silvestres de papa, fréjol, algodón…

Con estas últimas variedades, los especialistas del Departamento Nacional de Recursos Fitogenéticos del Iniap se emplean a fondo porque son como si fueran robles; es decir, que se encuentran naturalmente y son bien resistentes a las heladas, inundaciones, suelos con PH ácidos y enfermedades.

Las especies mejoradas también entran al banco para su conservación. Ese proceso es arduo, “no es cuestión de soplar y hacer botellas”, grafica Tapia; lo mínimo que se requieren son siete años de trabajo. Y al final, esa nueva variedad se la libera al campo y unas muestras van derechito a esta Arca de Noé.