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3 de junio de 2020 13:19

Alumnos de la jornada nocturna en Quito vencen la ‘oscuridad’

David Pasa sigue estudiando en el colegio nocturno de forma virtual. Foto: cortesía David Pasa

David Pasa sigue estudiando en el colegio nocturno de forma virtual. Foto: cortesía David Pasa

Redacción Últimas Noticias
(I)

Bien arropada, con una gorra y una cobija. En noches de lluvia, un paraguas es el aliado. Neiri Bejarano, de 19 años, es una de los 10 735 alumnos que cursan sus estudios en la jornada nocturna en Quito.

Ella, como tantos otros estudiantes, durante la emergencia sanitaria ha tenido que redoblar esfuerzos para continuar con sus clases. La joven es parte de una familia de escasos recursos y, desde guambrita, se dedicó al cuidado de sus hermanos. Ella es la mayor de cuatro.

Estuvo fuera del colegio durante un año y luego se reintegró en la jornada nocturna.

Este año, Neiri cumplirá su meta: ser bachiller. Para lograrlo, durante la emergencia, por falta de una computadora e Internet, ha recibido las clases en la terraza, en un celular, con la clave del wifi de la vecina. La jornada va hasta las 21:00.

La vecina también le ha dado la mano prestándole la computadora cuando ha podido, sobre todo para poder enviar los trabajos que deben presentar los estudiantes para finalizar el año lectivo en medio de la pandemia del covid-19. Su mamá es trabajadora doméstica, y su padre albañil. Ambos se quedaron sin trabajo en la cuarentena. Así que lo que Neiri gana en un local de comida sirve para apoyar con los gastos.

Ahora está dedicada a elaborar su proyecto de grado para obtener el título de bachiller. Escogió un trabajo relacionado con el ambiente. Por la emergencia, no habrá una ceremonia con muceta. Sin embargo, la satisfacción de acercarse a concluir los estudios secundarios está intacta.

Neiri comparte que el esfuerzo va orientado a tener un trabajo mejor. “Ojalá así se me arregle la vida”. En sus metas también está ingresar a la universidad o a un instituto superior, pero “de que sigo, sigo”, dice.

Como ella, 7 986 estudiantes cursan el tercer año de Bachillerato en la jornada nocturna en la capital. Hay 45 planteles con esta modalidad en todos los sostenimientos: públicos, municipales, fiscomisionales.

Gina Quishpe, docente desde hace 16 años, es una de las maestras que ha evidenciado el esfuerzo de los estudiantes. De ahí que, ante tantas historias de superación, ella y otros profesores de la urbe se han puesto al hombro el dar apoyo a los estudiantes, no solo en la parte académica sino emocional y hasta con la entrega de víveres.

La Subsecretaría de Educación del Distrito Metropolitano de Quito da cuenta de 254 docentes de la jornada en instituciones fiscales. Ellos han realizado varios esfuerzos para ubicar a estudiantes que no tienen Internet para que puedan culminar el año lectivo. Y se ha realizado acompañamiento desde los Departamentos de Consejería Estudiantil.

Es que hay personas con realidades complejas, como David Pasa, de 34 años. Su vida ha estado marcada por el esfuerzo y por las vicisitudes. Él empezó a trabajar desde niño, para ayudar a su madre, Martha Pasa, quien falleció en el 2010. Es hijo único.

Nunca conoció los juguetes y en lugar de eso vendía caramelos. Dejó los estudios hace muchos años, se dedicó a limpiar casas, lavar ropa ajena o lo que sea que pudiera generarle algún ingreso. Eso sí, nunca ha bajado los brazos y retomó los estudios, con una enfermedad crónica en el hombro.

Para David, la pandemia llegó con más complicaciones en todos los niveles, incluidos el educativo. Al igual que Neiri, ha tenido que recurrir a la vecindad para recibir las clases virtuales. A eso suma la falta de trabajo para cubrir el arriendo del lugar donde vive con un amigo, los servicios y la comida. Los dos primeros rubros le representan unos USD 90 mensuales, así que durante la emergencia ha tenido que buscar la forma de tener un ingreso. Si usted gusta apoyarle, puede comunicarse al 096 051 8391.

David atraviesa el décimo año y aunque varias veces no ha podido enviar las tareas por falta de los medios tecnológicos, sigue esforzándose para, “si Dios me permite seguir viviendo, y aunque mi mamita no esté, darle el orgullo de graduarme”. Él aspira a ser enfermero.