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14 de enero de 2019 09:23

‘Langarotes’ tienen sus ‘médicos’

En los talleres de Chiriyacu, parte del equipo que da mantenimiento a la flota de articulados de la Ecovía. Foto: Betty Beltrán / ÚN

En los talleres de Chiriyacu, parte del equipo que da mantenimiento a la flota de articulados de la Ecovía. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán
(I)

Apenas tienen ocho años, pero los 80 articulados del corredor de la Ecovía ya han circulado harto por las calles de Quito: un promedio de 500 mil kilómetros. Ese recorrido no les pasa factura porque sus averías son registradas al detalle para luego hacer un seguimiento. Se prioriza la prevención, más que la reparación.

El equipo encargado del mantenimiento, de chiste en chiste, se hace llamar “los médicos de los langarotes”. Son 27 especialistas graduados en diversas universidades del país y en Brasil. Sus profesiones son variadas: mecánicos, soldadores, eléctricos, electrónicos, vulcanizadores…

El más guambra tiene 22 años y el más antiguo, 50. Pero el promedio de edad está por los 35, son súper dinámicos e inventan cosas para hacer más eficiente el cuidado de la flota de unidades que va de la Río Coca a Guamaní-Quitumbe.

El centro de curaciones de las 80 unidades articuladas está en Chiriyacu, justo en la esquina de las calles Alamor y Rafael Arteta (sur de Quito). Tiene unos 3 500 metros cuadrados y tecnología de punta.

Kevin Bravo, especialista de mantenimiento y jefe del lugar, hizo una especie de ficha médica para cada langarote. Eso fue posible porque, durante dos años, se quemó las pestañas para crear un software de mantenimiento propio. Es una herramienta en donde se ingresan todos los datos de las fallas de las unidades.

Ahí se puede ver cuándo se dañó un articulado, qué trabajo se hizo... El programa señala cuál es la mayor falla que se reporta en la flota y con ese dato atacar con un proyecto de mejora.

Gracias a ese historial se sabe que la dolencia más recurrente es el calentamiento del motor. Todo porque, como dice Bravo, la topografía de la ciudad pasa factura, a eso se suma un tráfico intenso de mañana, tarde y noche.

El segundo mal es el tema de las puertas, que inicialmente se abrían para afuera y eso provocaba fallas en el sistema de la unidad. Era un gran dolor de cabeza.

Una vez que se desarrolló el software de mantenimiento se hicieron, en estos últimos meses, proyectos de mejora. Para el tema de la temperatura se desarrolló un prototipo de un sistema de refrigeración mejorado para las unidades. Ese sistema ya se instaló en dos unidades y se está monitoreando para ver, numéricamente, cuánto baja.

Los inconvenientes de las puertas se redujeron en un 50%. Pero los buenos resultados son globales, señala Bravo, pues de 100 averías que se reportaban en un mes, en diciembre pasado se reportaron 47.

Este software de mantenimiento no solo sirve para saber cuál es la falla más frecuente de las unidades sino también para ubicar al conductor que más choques tiene. Incluso la disponibilidad total de la flota.

Tanta dedicación con estos vehículos es porque los langarotes son claves dentro del sistema de transporte municipal, pues forman parte de la ruta más larga con 45 kilómetros entre la Río Coca y Guamaní o Quitumbe. Cada unidad hace entre cinco y seis vueltas.

Esa forma de trabajo, ayudados con el software, se está monitoreando para alcanzar la certificación de calidad ISO. Ya pasaron la primera auditoría, ahora están en la segunda fase de certificación del taller de Chiriyacu y tienen que mejorar algunos procesos.

“Los médicos de los langarotes” andan bien entusiasmados, calculan que
en mayo obtendrán ese sello y solo así replicarán su experiencia en toda la Empresa de Transporte de Pasajeros de Quito.

Eso logro se concretará, dicen, porque le pusieron y le ponen amor a lo que hacen y la forma de trabajo es en equipo. Otro ingrediente: los 27 tienen el ‘chip’ de calidad, el trabajo lo hacen bien hecho y en el menor tiempo posible.