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16 de octubre de 2017 09:21

A la Asamblea, con la biblia en mano

Luis Campoverde fuera de la Asamblea, al igual que todos los días. Foto: Diego Puente / ÚN

Luis Campoverde fuera de la Asamblea, al igual que todos los días. Foto: Diego Puente / ÚN

Redacción Política

Cree que la religión y la política van de la mano. Todos los días, sin falta, acude a los exteriores de la Asamblea Nacional, desde las 07:30 hasta las 15:00, al igual que cualquier funcionario.

La única diferencia es que su oficina es la calle y su trabajo predicar la palabra de Dios. Se trata de Luis Campoverde, de 71 años.

Siempre viste de negro o café, muy elegante. Lo acompaña su sombrilla y un sombrerito, que siempre hace juego con su vestimenta.

A lo largo de su vida -relata- ha sido, avicultor, albañil, político y abogado.
De estatura baja, ojos profundos y bigote blanco. Parece Don Evaristo.

Se cubre del sol y grita a los cuatro vientos salmos de la Biblia: “Pero lo malo de este mundo, y de todo lo que ofrece, está por acabarse” (1 Juan 2:17).
Ya han pasado 20 años desde la primera vez que asistió, con su Biblia y su bastón, a las puertas del Palacio Legislativo.

Esto lo hace por una sencilla razón: “La Asamblea es la encargada de llevar a cabo el proyecto divino de nuestro señor Jesucristo”.

Vive en el Albergue San Juan de Dios, en el centro de Quito, y no ha visto a su familia desde el 9 de agosto de 1997. No sabe dónde se encuentra y no puede comunicarse con ella.

Relata que durante años ha tratado de encontrarse con sus familiares, sin embargo ya no sabe en donde buscar . Él cree que ya fallecieron o quizás, no se acuerda de quienes son con exactitud.

Hasta el día de hoy nadie a preguntando por él, come y duerme en el albergue y no posee ingresos fijos.

Lo único que desea es que sus ideas sean escuchadas y así poder cumplir con la misión de su vida. Sembrar a Dios en el corazón de las personas y salvarnos a todos del día del juicio.

Don Luis asegura que seguirá yendo a la Asamblea hasta el último día de su vida. Los legisladores, asesores y demás funcionarios ya no se asombran al verlo. Incluso, la gente que transita a diario por ahí ya saben de quién se trata.