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21 de junio de 2019 09:11

La Biblioteca Negra Haile Selassie busca espacio

Sus muestras son itinerantes, donde las llamen. Foto: Ana Guerrero / ÚN

Sus muestras son itinerantes, donde las llamen. Foto: Ana Guerrero / ÚN

Ana Guerrero
(I)

La historia del pueblo afro, los detalles de la cultura local, los movimientos panafricanista y rastafari son los ejes centrales de la Biblioteca Negra Haile Selassie, que ya está en Quito.

Por ahora la iniciativa que nació en Colombia, de la mano de Óscar Simeón, es itinerante. Pero ya en la ciudad busca un espacio para quedarse y, además de la biblioteca, constituir un centro cultural para difundir el legado del pueblo negro.

Mañana, 22 de junio del 2019, en la casa comunal de Carapungo, habrá un evento de lanzamiento a partir de las 14:00. Además, será una oportunidad para mostrar el trabajo que por años han realizado diversos grupos.

Si bien la propuesta de la biblioteca nace en el vecino país, llega a Quito luego de un trabajo sostenido de grupos activistas locales. A la cabeza, Addis Abeba, una organización que nació con el emprendimiento de Karla Viteri (con perfumes artesanales con la esencia afro) y que ahora trabaja en la difusión del legado negro, capacitaciones y defensa de los derechos.

Simeón, representante legal de la Fundación Biblioteca Negra Haile Selassie, cuenta que conoció a Viteri, hace alrededor de un año y medio. Ahí ya se puso sobre la mesa el interés de tener una de las bibliotecas impulsadas por él en Ecuador. Ella le sumó la premisa del centro cultural.

Tocaba hacer cola, pues ya había pedidos anteriores en Chile y Panamá. Sin embargo, se concretó primero en el país. Simeón financia los arranques de las bibliotecas: textos, material digital, exposiciones, tarjetas de presentación, etc. A Quito llegó con 38 libros, elaborados en papel reciclable y tintas ecológicas.

El contenido de los textos, respetando los derechos de autor, se toman de material libre en internet, donaciones y más. Todo para difundir la “historia jamás contada”.

Ya en la capital, como sexta sede de la Biblioteca Negra, la meta es difundir la historia. Se puede consultar en los libros físicos o, a su vez, solicitar los digitales a través de las redes de la Fundación o de Addis Abeba.

Como aún es itinerante, la idea es que el material vaya a varios puntos. Eso sí, la meta de tener un espacio fijo está en la mira, cuenta David García, parte de Addis Abeba, activista y uno de los brazos del partido panafricanista del Ecuador.

Ya han tendido ofrecimientos, pero, como reza el tan conocido refrán, “yo te ofrezco busca quien te dé”.

Por ahora, “la biblioteca está donde se la necesite”, dice García. Así que toca estar pendientes de las redes para seguir la pista a esta propuesta y poder conocer de cerca su contenido.

Sobre el lugar, la premisa no es invertir en el sitio físico, sino usar un espacio que esté subutilizado. Y esperan que no solo haya gente que lea y consulte, sino también que aporte con sus conocimientos.

García cuenta que antes de la biblioteca, ya se venía trabajando bastante y hay una convergencia de organizaciones para la difusión de la cultura: música, danza, desarrollo, emprendimiento, un periódico digital... Y han establecido vínculos con “hermanos” de sitios como Brasil.

En esta lucha el papel de la mujer es vital. Roxana Jaramillo, integrante de Addis Abeba, recapitula que la organización se formó hace unos tres años y medio como un emprendimiento de Viteri. Y se unieron siete chicas con ideales comunes.

Desde el inicio se trató de sumar conocimientos y esfuerzos. Ella, por ejemplo, estudió modelaje y se encargó de la pasarela.

Han ido creciendo y en sus filas también hay hombres. La meta es común: abrir mentes y empoderarlas de lo que es ser afro.