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1 de agosto de 2018 09:22

Campamento venezolano en Carcelén 

Con plásticos y cobijas, los venezolanos arman viviendas temporales. Foto: Eduardo Terán / ÚN

Con plásticos y cobijas, los venezolanos arman viviendas temporales. Fotos: Eduardo Terán / ÚN

Diego Bravo
(I)

Las carpas fueron colocadas sobre el césped del parterre ubicado frente a la terminal de Carcelén, en el norte de Quito. Decenas de niños, mujeres, adultos mayores y jóvenes venezolanos pernoctan allí.

Hace no mucho, ellos se quedaban en la estación de transporte interprovincial. Luego se habilitó un albergue cerca del lugar y otro en San Antonio.

Son parte de la migración masiva que se produce por la crisis económica y política que afecta a esa nación. Según datos del INEC, 287 972 venezolanos ingresaron el año pasado al país y 226 829 salieron; es decir, 61 143 se quedaron.

Hacía frío durante la mañana de ayer, 31 de julio del 2018, y los venezolanos que estaban en el parterre tiritaban del frío. Otros construían covachas con plásticos negros y palos, entre los árboles. Al interior de estas había ropa, zapatos, chancletas, cartones sobre el piso, comida y juguetes. Algunos se alimentaban con la comida que familias solidarias les entregaron.

También había desperdicios acumulados al costado del parterre, junto al intercambiador de Carcelén. Otras personas lavaban sus prendas de vestir a la intemperie y las colgaban en la torre de electricidad. Algunos estaban enfermos.

Cristian Brito es uno de los quiteños que ayudan a los migrantes. Ayer, él junto a su esposa les obsequió bufandas para protegerse del frío y la lluvia que en los últimos días han sido intensos en la capital. “Tenemos un chat, nos organizamos como familias y recolectamos las cosas”.

Frente a la terminal terrestre de Carcelén, venezolanos armaron un campamento.

Frente a la terminal terrestre de Carcelén, venezolanos armaron un campamento.

Los venezolanos estaban agradecidos mientras comían sánduches, sopa, pasteles, pan, gaseosas, galletas y sardinas. A este campamento llegan en promedio –indica Rubén Peña, voluntario que ayuda a la gente de su país- unos 50 venezolanos diarios. De esa cantidad, el 90% se moviliza a Perú. “Empezamos en la Terminal Terrestre de Carcelén, pero una empresa privada nos obsequió un galpón en la 10 de Agosto”.

Peña asegura que, “por la mala gestión y la organización de la parte administrativa de ese albergue (…) muchos de los venezolanos no estaban de acuerdo con lo que hacían porque venían personas con donaciones y las mejores cosas se las agarraban para ellos”.

Ante eso, decenas de venezolanos prefirieron quedarse en la calle, frente a la Terminal Terrestre, porque allí reciben comida y ropa. Algunos tienen pocas horas de haber llegado y tenían llagas en los pies, por caminar durante días hasta llegar a Quito.

Así lo vivió José Cadisán, quien descansaba sobre cartones y descalzo. Tenía heridas producidas por las costuras de sus zapatos y no podía levantarse.

Otros recibían prendas de vestir con emoción. A Diana Ortega, de 24 años, le dieron un par de zapatos usados y una chompa. Dijo que en el albergue instalado en el galpón mencionado no les dan vestimenta. “Si necesito un abrigo, no tengo. No hay (…) No existen beneficios”.

Al lugar llegan adultos y niños. Reciben donaciones.

Al lugar llegan adultos y niños. Reciben donaciones.

También se quejó Maurice Rodríguez, de 25 años, quien vino a Quito desde Maracay. “Nos dieron un espacio para todos y a la persona que le dieron la batuta (para dirigir ese espacio) se creció mucho en su papel, en su rol y por eso vivimos en el bosque. Los recursos que llegan allá, la ropa, la comida, la acaparan como hacían en Venezuela en un cuarto”.

Ante esas críticas, este Diario entrevistó a Alfredo López, representante legal de la Asociación Civil Venezolanos en Ecuador. Esta entidad se encarga de la administración del albergue de la 10 de Agosto.

El dirigente negó y rechazó, de manera contundente, la afirmación sobre que las donaciones no se entregan a los migrantes. Destacó que la empresa privada los apoya y consiguieron un espacio físico para albergar temporalmente a quienes estaban en Carcelén.

“Con pocos recursos movimos a la gente de forma voluntaria hacia el albergue denominado ‘La Gran Sabana’. Evidentemente, este no tiene ningún financiamiento. Solamente nos apoyó la empresa privada para un espacio físico. La ayuda y comida provienen de terceros”.

Explicó que esos donativos se han reducido en los últimos días. Actualmente, el albergue es administrado por Omar Narváez y la gente que le ayuda. “Las personas que están yendo tienen una molestia muy puntual y nos la hicieron saber. Esta es que ellos solo se pueden quedar tres días cuando son adultos solos. Si tienen niños menores de edad se les da cinco días”.

López aclaró que esos plazos no están normados por la Asociación Civil Venezolanos en Ecuador, ni los administradores. Fue una exigencia del dueño del sitio.

Para el dirigente, la gente no puede quedarse por mucho tiempo ya que el albergue es un centro de descanso temporal, hidratación y tránsito para quienes viajan a otros países, no para quienes buscan quedarse en Ecuador.