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19 de mayo de 2020 10:19

Carmelitas hacen mascarillas

Las religiosas del Carmen Alto se dividen el trabajo en una sala del convento para cortar la tela y coser los elásticos.

Las religiosas del Carmen Alto se dividen el trabajo en una sala del convento para cortar la tela y coser los elásticos. Foto: Cortesía Monasterio del Carmen Alto

Betty Beltrán

La idea de hacer mascarillas para los pobres les rondaba la cabeza desde el mismo momento en que comenzó la emergencia sanitaria a consecuencia del covid-19, pero la falta de materiales frenó ese primer impulso que tuvieron las monjitas del monasterio del Carmen Alto. Y así pasaron los días…

Sin embargo, los pedidos de esas prendas por las personas que se acercaban al torno de la casa de las carmelitas, a través del cual atienden, aquel ubicado en la esquina de las calles Benalcázar y Rocafuerte, fue pan de cada día. Así que, hace tres semanas, se lanzaron al río y se pusieron manos a la obra.

En una de las salas del monasterio, las religiosas se transforman en costureras, comenta la madre Paulina de Jesús, priora del lugar. La labor la hacen con amor porque esa es su manera de colaborar con los más pobres.

También les ofrecen, como toda la vida lo han hecho, algo de comer, “sobre todo pan que nosotras hacemos”, comenta la Priora. Y antes de marcharse, en voz bajita, suelen pedir: “monjita, no tendrá una mascarilla”.

Esos pedidos continuos les motivaron a confeccionarlas; al momento tienen 200 piezas. Para hacerlas meten mano 15 de las 21 religiosas de claustro que habitan en el monasterio, la antigua casa de Santa Marianita de Jesús, la Azucena de Quito. El trabajo se realiza todas las tardes, entre las 15:00 y 17:00.

Trabajan en equipo y en serie. Primero viene la cortada y para ello lo primero que se hace es extender la tela y rayarla, luego la hermana Rosita le da a las tijeras bien pesadas. Ninguna es especialista en estos menesteres, pero “aquí todo se aprende y bien”, dicen las religiosas.

Y están tan expertas que, entre broma y broma, aseguran: “estamos listas incluso para hacer vestidos de novias”. Pero hablando en serio, comentan que no es gran ciencia hacer las mascarillas, solo es cuestión de poner ganas y hacer cuadros de 37 por 20 centímetros.

Después de la cortada viene la cosida en las cuatro máquinas de coser antiguas que tienen las religiosas; de esta tarea se encarga la hermana Silvia. Después de la primera cosida se pasa al área donde están las hermanas que abren la prenda y vuelve la segunda pasada en la máquina de la hermana Bachita.

Ella también es la encargada de poner el elástico para que quede bien y se use como Dios manda. Entre la cortada y poner el elástico se demora unos cinco minutos en cada mascarilla.

Todas, estén como estén, trabajan y ayudan. Es que, como dice la madre Verónica de la Santa Faz, “la labor dentro del monasterio es a nivel comunitario. Siempre estamos juntas y más en este momento que hacemos mascarillas para los pobres”.

Unos cuantos tapabocas de los 200 que ya tienen entregarán a sus compañeras de fe, a las monjitas de las Hijas de la Caridad, para que repartan a los pobres. Por eso es su afán de hacer el mayor número posible y no descansan las manos.

Ahora solo tienen un inconveniente, pues la tela ya se les acaba y el elástico queda solo para unas poquitas. Así que, si tiene la voluntad de ayudar con esta labor que están haciendo las carmelitas solo es cuestión le llevarles los materiales al torno del convento.

Incluso pueden hacer pedidos de mascarillas, aunque la prioridad de las religiosas es donarlas a los pobres. De 09:00 a 12:00 o de 15:00 a 17:00, pueden acercarse al monasterio del Carmen Alto.