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20 de febrero de 2018 08:39

La ‘Casa Rozada’ del centro

Los buses de cuatro operadoras giran en la esquina de las calles Venezuela y Manabí, una intersección superestrecha. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Los buses de cuatro operadoras giran en la esquina de las calles Venezuela y Manabí, una intersección superestrecha. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán
(I)

Su fachada es de color verde agua, pero la llaman la ‘Casa Rozada’. Tomó ese nombre porque desde hace tiempo el costado sur de la vivienda es golpeado por los buses que giran por la Venezuela y Manabí.

Milton Andrade, arquitecto de profesión y un amante empedernido del Centro, ya no sabe qué hacer para evitar esa agresión.

Su preocupación no es solo por lo estético, sino por algunas cuarteaduras que se observan en el inmueble. Y se quejó en el Municipio.

La casa tiene 240 m², distribuidos en tres plantas. A leguas se ve su facha antiquísima; sin embargo, no se sabe cuántos años tiene. Eso sí, don Milton dice que allí funcionó una embajada.

Le encanta su casa, pero últimamente no encuentra paz, porque “todo el tiempo vibra por el paso de los buses”. Por la esquina de la Manabí y Venezuela circulan unidades de las compañías Bellavista, Vencedores, TransPlaneta y Quito.

A veces pasan rozando la pared de la casa, en otras la golpean. En la pared se notan varios colores: “el azul es de los urbanos y el color vino de los buses de dos pisos”, acota.

El último percance del que fue testigo ocurrió el 13 de julio del 2016. Del resto no da cuenta porque ocurre, sobre todo, el fin de semana. Cree que los fines de semana,“los buses son manejados por personas sin mayor experiencia y viene el rosario de choques”.

Milton Andrade es el propietario de la casa y señala la pintura que dejan, incluso, buses de dos pisos.

Milton Andrade es el propietario de la casa y señala la pintura que dejan, incluso, buses de dos pisos.

Los buses pasan por esa esquina desde las 05:45 hasta las 21:00. No hay pausa; y se suma el esmog, tanto que no se puede tener las ventanas abiertas porque enseguida los muebles se llenan de hollín.

La ilusión de don Milton fue hacer de su casa un centro cultural, pero la situación económica lo obligó a arrendarla. Allí funcionan dos restaurantes, una tienda de cuadros, un almacén de calzado y una relojería; en la segunda planta está un espacio cultural y en el tercero vive una familia.

A su casa la cuida como a sus ojos, así que ver cómo la rozan le obligó a tomar cartas en el asunto. El 15 de diciembre del 2015 hizo su primera denuncia al Municipio; y el 25 de enero del 2016 llegó un técnico para constatar la queja.

Pero el informe le dejó perplejo, pues se dijo que “como medida complementaria se notificará a las operadoras de transporte público que realicen los recorridos por las calles indicadas y tengan cuidado al dar el giro derecho”.

Pero los choques siguieron. El próximo que fue constatado fue el 4 de octubre del 2016; y un rosario de roces en seguidilla. Y don Milton se cansó de estucar y de pintar la pared de su domicilio del Centro.

En el 2017 también hubo novedades, lo malo fue que no pudo ver quién lo hizo, pero para no dejarlos con la picardía está pensando poner una cámara de vigilancia y pillar a los choferes que rozan su casa.

No se queda en la queja, don Milton sugiere que los buses sigan de largo la Venezuela y viren por la Oriente, donde hay más espacio para que giren sin mayor lío. Pero si no le hacen caso, él continuará con su queja. No se cansará…