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23 de enero de 2018 06:02

Casas en Terranova están en vilo

La casa de Luis López quedó ya al filo de la quebrada Shanshayacu. Foto: Betty Beltrán / ÚN

La casa de Luis López quedó ya al filo de la quebrada Shanshayacu. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán

De una humilde casa de una planta aparece un anciano. Su mano tiembla sobre un palo de escoba, que hace de bastón. Se llama Luis López, de 77 años. Vive junto con su esposa María Bravo (65 años), y a la última de sus ocho hijos. La morada desvencijada la comparte también con sus tres guaguas nietos.

A la casa de don Luis se llega por la calle G, del barrio Terranova; está a tres pasos de la Guayanay Ñan. Atrás de su propiedad pasa la quebrada Shanshayacu, la que desde hace un par de años no le deja dormir.

Esa misma cruz la cargan 20 vecinos más de la barriada, pues sus casas corren peligro por la inestabilidad de los taludes de la quebrada, debido a las empinadas pendientes de las márgenes. La propiedad de don Luis está en un hilo.

Luis Enrique Jácome es presidente de la Coordinadora de la Unión de Barrios y Conjuntos Plan Ciudad Quitumbe. Desde lejos señala con el dedo las paredes de la quebrada que están cediendo. “El año pasado, el invierno se llevó un tramo”, cuenta.

El Municipio colocó unas vallas azules y unas piedras gigantes para que los vehículos no pasen hasta la calle C. En ese tramo hay unas 15 casas afectadas y en la calle G, otras cinco.

En este último tramo está la casa de dos pisos de doña Nely Toapanta. La mujer de 60 años es costurera y sus dos hijas viven con ella, además de sus dos nietas. Cuando levantó su hogar, hace 20 años, “la quebrada no era así”, asegura.

Era una acequia nomás, así que los vecinos hasta la cruzaban brincando. El agua corría mansa y la conocían como Calicanto. Pero desde hace 10 años las paredes de la quebrada se desmoronan, pues cuando llueve en los cerros baja una crecida brava.

Y es agua hedionda, “a veces amarilla por la materia fecal del ganado que despostan por ahí, otras veces baja roja como la sangre y otras negra, pestilente”, apunta doña Nely. Esa agua, dice, se ha llevado unos 10 a 15 m de su lote.

Los problemas también se evidencian en la caminería del parque lineal que cruza el barrio y llega, según Jácome, a la quebrada Ortega. El piso otrora plano está hundido, da la impresión de que se han formado ‘olas’ de asfalto. De estos problemas ya sabe el Municipio. En diciembre se presentó un estudio final, confirma Juan Zapata, secretario de Seguridad y Gobernabilidad. Hoy, a las 15:00, se reúne con la gente involucrada y el miércoles acudirá al lugar.

Si fuera necesario, solicitará a la Alcaldía una intervención inmediata. Zapata aclara: “hemos recibido terribles herencias en cuanto a vulnerabilidad, por eso -poco a poco- estamos asumiendo este problema”. En breve, por ejemplo, entregarán la intervención en la quebrada de El Calzado.

Ofrece meterse de cabeza en el tema de Terranova, porque “no se trata de parchar las cosas y que (los vecinos) estén tranquilos por un año y nada más”.

Hace 40 años don Luis comenzó a levantar su mediagüita. Su terreno era parte la hacienda La Arcadia, y como él era el cuidador del bosque, le dieron un pedazo para su casa.

Ahora, ante la oferta de Zapata, junta sus manos en posición de oración y musita: “Ojalá la llegada del señor del Municipio sea para bien y arregle esta desdicha”.