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20 de marzo de 2019 09:40

La Catedral y su sala del tesoro

Henry Males, guía de la Iglesia-Museo Catedral, muestra las casullas con hilos de oro. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Henry Males, guía de la Iglesia-Museo Catedral, muestra las casullas con hilos de oro. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán
(I)

El cuarto apenas tiene unos 6 por 8 metros y la luz que la rodea pareciera que está a punto de morir. Aun así, la estancia brilla con el reflejo de las 27 casullas y capas, y cuatro mitras que cuelgan en las vitrinas que están pegadas a la pared.

Esos ornamentos están bordados a pura mano, con hilos de oro, plata, cobre y bronce; incluso, algunos de ellos, decorados con piedras preciosas. De allí el nombre que le dieron a este espacio refundido en las entrañas de la Catedral Primada de Quito: la Sala del Tesoro.

Los turistas que a diario llegan al principal templo de la capital se quedan observando tanta belleza y los guías son los encargados de explicarles la riqueza que encierra, cuenta Henry Males, guía turístico de la Iglesia-Museo Catedral Primada de Quito.

Las mitras, esos gorritos que usan los arzobispos, tienen cartón por adentro y también están bordados con hilos de metales preciosos. Hay más: algunos rubíes, esmeraldas y zafiros están en los contornos de la prenda.

Cara de antiguos también tienen; Males refiere que son desde el siglo XVII hasta el XX. Eran especiales y solo se usaban en ceremonias litúrgicas importantísimas.

Junto a esas reliquias están unos guantes que se usaban para recoger las hostias.

¿Quién confeccionó esos ornamentos? Las madres oblatas hacían el milagro de hacer tremendas piezas con un alto concepto artístico. Tanta era su devoción y perfeccionamiento en la costura que se demoraban años en la elaboración de una casulla y que hasta perdieron la vista porque se pasaban, día y noche, borda que borda, narra Males.

De entre todas las casullas, hay tres que son las más antiguas: del siglo XVII y XVIII. Y pesan la bola, pues cada una tiene un peso de cinco libras; incluso una de ellas tiene por dentro piel de caballo.

Con el paso del tiempo, esa pesadez se dejó a un lado y se fueron haciendo más ligeras. Pero siguen llenas de bellos bordados de oro y de plata. Ah, también se aprecian vestimentas de varios colores usadas de acuerdo con el calendario litúrgico.

Por ejemplo, el púrpura salía del clóset durante la Semana Santa, el rojo cuando la iglesia recordaba la fiesta de un mártir, el verde en tiempo ordinario, el azul o celeste por fiestas de la Virgen María, el blanco en ceremonias de gozo (Navidad) y el negro fue usado en misas fúnebres.

Los bordados, como ya se dijo, eran verdaderas joyas de arte. En la casulla más antigua, en el pecho hay un cordero sobre una Biblia y un sol. Cada casulla tiene una estola que es una suerte de bufanda que el curita, en el altar mayor, se pone sobre el cuello.

También hay otra joya. Un ornamento de seda donado por el mismísimo papa León Décimo Tercero. Se trata de un conjunto del Sagrado Corazón de Jesús con la corona de espinas y decoraciones bordadas con hilos de oro. En el corporal tiene la inscripción del Papa con los símbolos papales de llaves cruzadas y la tiara papal. Es una belleza.

En todos los ornamentos se observan figuras en alto relieve, pero en las flores es en donde más se destaca. Aquello se lograba, reitera Males, porque las monjitas bordaban hilo tras hilo para dar ese grosor o espesor. La materia prima de oro y plata se hacía frotando al hilo en láminas y así queda impregnada del metal.

También están las capas fluviales que los curitas se ponían sobre las casullas. En esas prendas se hacían diseños con color, por eso se usaban mucho las flores. También se observan cruces, espigas, copas y uvas.

Si desea conocer esos ornamentos, en vivo y en directo, solo tiene que ir a la Catedral. De lunes a sábado, de 09:00 a 17:00, puede ingresar y hacer un recorrido que no solo incluye la Sala del Tesoro, también irá por la Sala Capitular y la biblioteca.

Son espacios que están en la parte de atrás de la iglesia y el turista va conociendo de punta a punta. Es un recorrido para recordar históricamente el proceso de evangelización por medio de ornamentos, cuadros, imágenes y objetos de arte sagrado con los que los fieles han expresado su fe.