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20 de diciembre de 2022 14:00

El chocolate cautiva en Quito. 

El chocolate ecuatoriano sigue conquistando paladares.

El chocolate ecuatoriano sigue conquistando paladares.

María Alejandra Vélez

Quito no es únicamente paisajes, patrimonio y tradición. En medio de su gente, uno puedo encontrarse con todo tipo de historias dignas de compartirlas con los demás.

Y si algo caracteriza a los chullas de ahora son sus espacios llenos de sabor, y donde trabaja con todo el alma Ana María Sánchez huele a chocolate.

Desde guagua quería todo con ese aroma. En su adolescencia ya sabía que su profesión debía ir por el camino de la cocina y estudió ingeniería en alimentos en las lejuras, en Europa.

Allá, en el viejo continente, ella empezó con una nueva vida. Trabajó en una reconocida empresa de alimentos y todo iba bien. Pero su corazón le decía “regresa a tu país”.

Con el apoyo de su familia volvió para trabajar en una empresa de alimentos para adquirir experiencia ecuatoriana. Lo demás fue cuestión de tiempo para darle vida BeCocoa, su negocio.

“En un inicio hacíamos trufas y bombones para hoteles y cruceros en Galápagos, los chefs daban el ok y después de eso entramos a aeropuertos internacionales”, cuenta Sánchez.

Todo iba bien, hasta que llegó la pandemia. Pero como buena ecuatoriana la chispa le surgió y decidió crear un espacio armónico, con aroma a chocolate.

Actualmente, el lugar tiene un árbol de guabo en la mitad que brinda la sensación de estar en un bosque. “Mi papá me ayudó a construir, toda mi familia está involucrada, pero algo faltaba”, cuenta. Así nació la idea de empoderar a más artesanas chocolateras.

Al momento ya son cuatro mujeres en BeCocoa, quienes han encontrado en el chocolate su forma de vida. Cada una de ellas tiene una historia inspiradora.

Por ejemplo, Leonor Díaz pasó algunas peripecias antes de emprender. Hasta trabajó en la casa de un extranjero. “Ahí lavaba platos y me pagaba USD 80 por medio tiempo. Él muy bueno me enseñaba su trabajo, hacía chocolates”, cuenta con de gratitud.

De allí pasó a BeCocoa. “Ahora aquí soy feliz, vengo todos los días alegre a trabajar, a decorar y que me quede lindo”, dice Díaz.


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