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20 de febrero de 2018 08:50

El último chulla se fue hace cuatro años

Marco Chiriboga Villaquirán dejó un legado de investigaciones y anécdotas. Foto: archivo / ÚN

Marco Chiriboga Villaquirán dejó un legado de investigaciones y anécdotas. Foto: archivo / ÚN

Redacción Últimas Noticias
(I)

Unos dicen que fue el último chullla quiteño. Otros, el trovador de la ‘Carita de Dios’, aquel que con sus poemas, su inteligencia, su don de gente y su sensibilidad se ganó la simpatía de muchas personas. Así fue el recordado Marco Chiriboga Villaquirán.

Ayer, 19 de febrero del 2018, se cumplieron cuatro años de su muerte (19 de febrero del 2014). Aquel día la ciudad se quedó sin uno de sus hijos predilectos, no en balde se dedicó, en cuerpo y alma, a escarbar en la historia y en la tradición de su terruño.

Nacido el 3 de mayo de 1941, en el barrio La Tola, desde guambra estuvo listito para el cacho, la ocurrencia, la serenata o el cortejo. Luego le dio con fe a la música, a las letras, a la investigación, a la radio, al rescate y a la difusión del patrimonio de la urbe.

Amó como pocos a esta ciudad, y no conforme con eso estudió hasta el cansancio su historia. Ese recorrido lo reflejó en sus 20 libros, en su programa radial ‘Voy a contarles de una ciudad llamada Quito’, en sus poemas y en sus canciones, asegura la investigadora y amiga personal de Chiriboga Villaquirán, Susana Freire.

Y cuenta más: “Tuvo una habilidad natural para enlazar lo académico con lo vivencial, de modo que quienes lo escuchaban o leían sentían un verdadero interés por conocer más sobre Quito”.

Una de las últimas iniciativas de este personaje, a finales del 2013, fue el proyecto del Sapo de Agua Quiteño, para revalorizar la leyenda quiteña que lleva el mismo nombre y colocar bebederos públicos en forma de sapos de piedra.

La Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (Epmaps), en marzo del 2014, colocó estas estructuras en siete lugares de la zona patrimonial: Centro Cultural Metropolitano, plaza La Merced, Plaza del Teatro, Yaku, plazoleta 24 de Mayo, calle Morales y El Ejido.

Cuatro años después, ese símbolo de la unidad y del ingenio quiteño está botado. En el bebedero de La Merced ni siquiera está el sapo, en el del Centro Cultural Metropolitano (calle García Moreno) no sale agua, tampoco en el de la Plaza del Teatro. Los tres restantes no están en uso.

El sueño era hacer unos 50 ejemplares para ponerlos en sitios estratégicos de la ciudad. Aunque Othón Zevallos, exgerente general de la Epmaps y ejecutor del proyecto, recuerda que solo fueron 15.

Sea como sea, la idea de los sapos de piedra era para sustituir a los bebederos de aluminio que, según Chiriboga Villaquirán, no iban con la ciudad. Al día siguiente de sacar esa conclusión se fue hasta el valle de Los Chillos y pidió a un picapedrero que le haga un sapo con su pila.