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15 de mayo de 2020 11:26

Doctores sonrisa visitaron a domicilio

Los clowns sorprendieron a los vecinos de La Tola, en el Centro Histórico.

Los clowns sorprendieron a los vecinos de La Tola, en el Centro Histórico. Foto: Vicente Costales / ÚN

Ana María Carvajal
Redactora (I)

Escuchar una sirena hoy por esos días despierta el nerviosismo, por la tensión de los contagios de covid-19 y el aislamiento preventivo obligatorio.

Pero ayer, esa sirena generó sensaciones diferentes en barrios como La Tola, La Floresta y La Vicentina. Además de ese sonido que venía de un patrullero que transportaba a personal de la Policía de Naciones Unidas (Unpol), se escuchaba un pito de una antigua combi y de ella bajaban riendo y gritando unos singulares ‘médicos’.

Vestían batas blancas y cubrían su nariz y boca con una mascarilla, pero había algo más: una nariz roja encima del barbijo.

Eran los Doctores Sonrisa, un grupo de clowns hospitalarios que fueron a sorprender a los vecinos que estaban guardaditos en casa, después del toque de queda. Atraídos por la bulla, papis, ñaños, hijos y abuelitos salían a balcones, ventanas y a la puerta.

Sacaban el celular y filmaban el show. Diana Cancino guardó su identidad real y sacó a pasear a la ‘Doctora Menta’ para cantarle a su audiencia “viva, viva, viva la felicidad, ya llegó la risa, qué felicidad”. Desde arriba la gente aplaudía, contenta.

Sus compañeros tocaban el tambor y el saxofón, bailaban, hacían malabares. Los abuelitos los saludaban, entusiasmados, los niños intentaban seguir su ritmo, los chicos y los adultos sonreían, agradecidos.

¿Cómo no hacerlo si tuvieron de repente un momento de alegría que rompía la rutina de 60 días de encierro? Esas tardes de confinamiento, cuyo silencio solo se acaba cuando pasa algún motorizado que hace entregas a domicilio o algún patrullero o ambulancia, esta vez cambiaron, porque de repente llegó un toque musical.

Esta no es la primera vez que la Caravana de la Alegría sale a atrapar sonrisas de gente que ha pasado por el miedo y la angustia. Wilson Merino, director de la Fundación Cecilia Rivadeneira, cuenta que esta caravana se activó por primera vez en el 2008, para animar, especialmente a los niños, afectados por la erupción del volcán Tungurahua. Luego, la caravana se reactivó para aliviar a los pequeños damnificados del terremoto de Pedernales, Manabí, en el 2016.

Para Merino, en la lucha en contra del covid-19 también es importante entregar un mensaje de esperanza, que lleve a la alegría como bandera y que le recuerde a la gente que el país nos necesita unidos.

“Sabemos que el estado de ánimo es un arma infalible para recuperarnos y salir adelante. Creemos que un ja-jarabe de alegría en cualquier momento es oportuno”, dice la ‘doc’ Menta, quien usualmente trabaja con pacientes de hospitales como Solca o el Baca Ortiz.

Al subteniente Ricardo Viteri, de Unpol, le tocó pegarse un baile. Y para él fue valioso ser parte de esta caravana para motivar a la gente y, al mismo tiempo, ofrecerles seguridad.