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15 de junio de 2020 11:50

Ni el covid detiene a la dirigencia mayorcita

Jorge Vargas, en La Patagonia, deja los kits a los beneficiarios. Fotos: cortesía

Jorge Vargas, en La Patagonia, deja los kits a los beneficiarios. Fotos: cortesía

Betty Beltrán. (I)

Al pie del cañón, de día y de noche. La dirigencia de los barrios de Quito está empeñada en trabajar por sus vecinos y, en algunos casos, ni su edad les ha frenado. Allí están primeritos, en la línea de fuego.

Wilian Basantes, coordinador de la Federación de Barrios de Quito, menciona que buena parte de los líderes de los barrios están entrados en años; para muestra el ejemplo de la parroquia de Chillogallo donde el 70% de los presidentes de los 68 barrios está en la edad dorada.

Y ante la pandemia se han visto imposibilitados de salir de sus casas; sin embargo, algunos son bien lanzados y salen, eso sí, con las debidas medidas de bioseguridad a trabajar por sus sectores. A continuación, encontrará tres casos ejemplares.

Jorge Vargas, presidente del barrio La Patagonia (sector El Panecillo), tiene 68 años y hace 10 se involucró en la dirigencia. Este trabajo ad honorem le gusta porque ayuda a los vecinos y tras la pandemia ha hecho hartas y lindas cosas.

Claro que el tema de los kits de alimentos le ha ocupado el mayor tiempo. Para salir al reparto tiene que someterse a un ritual largo y cuidadoso, pues sale bien protegido para evitar algún posible contagio. Y cuando regresa a casa, en el patio se desnuda y derechito va a la ducha, cuenta.

En cambio, los lunes y jueves, de 10:00 a 13:00, se reúne con el barrio. Unas horas conversa con los vecinos de la Policía Nacional para conocer qué novedades tienen y qué necesitan. Luego es el turno de los moradores. “Gracias a Dios tengo la recepción de las autoridades y el cariño de la gente”, dice orgulloso.

Flavio Ortiz gestiona desde su casa, en Hogar del Trabajador.

Flavio Ortiz gestiona desde su casa, en Hogar del Trabajador.

Don Flavio Ortiz tiene 74 años y es el presidente del barrio Hogar del Trabajador (sector Argelia Media, en el sur de Quito). Su edad le frenó en seco sus salidas a la calle, pero se negó tajantemente a dar un pie al costado, así que se puso pilas y aprendió las claves del manejo tecnológico. La paciencia de sus hijos y nietos ayudó mucho.

Toda la vida le ha gustado liderar proyectos y ahora con la pandemia se ha organizado mucho mejor, junto a su directiva, y se ha encomendado a la tecnología (teléfono, chat, cámaras de vigilancia). Con esos recursos coordina todo...

Confiesa que en los primeros días, con tanto bombardeo de noticias, se puso nervioso y dijo “mi Dios y ahora qué hago”. Como tiene dos hermanos bastante enfermos se encerró en la casa y comenzó a gestionar las ayudas al barrio a través del teléfono y redes.

Así consiguió, de la coordinación de la parroquia Eloy Alfaro, kits alimenticios y escogió gente joven para que haga la entrega a las familias más necesitadas, en la casa comunal.

Con la ayuda de las cámaras instaladas en cada calle del barrio, está bien enterado de lo que ocurría en cada punto. Por ejemplo, cuando miraba que la Caluma estaba abarrotada de gente incumplida llamaba, en un dos por tres, a la Policía para que ponga freno a tamaña irresponsabilidad. E insistía que “no estamos de vacaciones, estamos en cuarentena...”.

La Lucha de los Pobres (sector alto) tiene como presidente a Jorge Escobar, de 59 años. No hay un día que no salga de su casa para buscar ayudas para las
1 700 familias. Hasta el momento ya ha entregado 900 raciones y como hay mucha más gente, busca alimentos en fundaciones.

Cuando no está en el tema de los kits, entrega mascarillas que consigue a través de donaciones. Dice que “rompe el alma ver tanta pobreza y por eso trabajo de sol a sol. Duele ver a la gente pobre, duele”.

Y hace un montón de comunicados (oficios) dirigidos a las autoridades para que le ayuden, por ejemplo, a desinfectar las calles de la Lucha Alta. Los Bomberos lavaron la vía principal, pero faltan muchas más vías.

Por eso mismo, la directiva anda para arriba y para abajo haciendo gestiones, si no sale el presidente sale el tesorero o la secretaria… Todos se dan la mano y se encomiendan a Dios, “porque estamos en sus manos”. Y jamás se olvidan de ponerse mascarillas dobles.