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1 de marzo de 2019 09:00

¡Que vivan los recicladores!

Los cargamentos de cartón y papel son cuidadosamente clasificados antes de su pesaje. Fotos: Ana Guerrero / ÚN

Los cargamentos de cartón y papel son cuidadosamente clasificados antes de su pesaje. Fotos: Ana Guerrero / ÚN

Ana Guerrero
(I)

En su brazo derecho lleva el estandarte nacional y en su cintura amarrada una funda plástica a manera de delantal. Su voz es baja y su sonrisa dulce. Es Manuel Satiani, uno de los 24 miembros de la Asociación de Gestores Ambientales del Distrito Metropolitano (La Delicia).

El hombre de 85 años, oriundo de Chunchi (Chimborazo), hoy, 1 de marzo del 2019, está de fiesta, al igual que el resto de sus colegas. Es el Día Mundial del Reciclador y tendrán su respectivo homenaje. Pero antes, como todos las mañanas, saldrán a trabajar a las 06:00.

Un día antes de la pachanga, Manuel recuerda que hace cerca de 20 años llegó a Quito. Dejó los terrenos donde cultivaba granos, vendió sus animales y motivado por sus cuatro hijos vino a la capital. Tiempo atrás había fallecido su esposa y sus retoños no querían que estuviera solo.

Con lo que consiguió de la venta de los animales logró comprar un terrenito en el norte de Quito y sus hijos le ayudaron a levantar una pequeña vivienda. Allí vive solo y uno de sus hijos es vecino.

Acostumbrado a trabajar desde pequeño, el gestor ambiental llegó a la capital y se fue de oficial de albañilería. Sin embargo, los jefes aludieron a que por su edad era riesgoso que estuviera en las obras. Una vez fuera de las construcciones, se percató que en la quebrada que se encuentra cerca de su casa botaban escombros y se dedicó a recoger la chatarra para tener una fuente de ingresos. Fue así como dio con los compañeros de la Asociación.

Ahora Manuel ya no va a la hondonada, ni sale a las calles a buscar material reusable, permanece en las instalaciones del Centro de Educación y Gestión Ambiental La Delicia. Uno a uno separa los plásticos blancos, de colores y las botellas que llegan al sitio producto del trabajo de sus compañeros o de donaciones. “Qué voy a estar en las calles pidiendo caridad, tengo que trabajar”.

Manuel acomoda su gorra y acelera el paso para apilar las fundas con el material separado. Como él, otros tres adultos mayores trabajan en el establecimiento, en la avenida Eloy Alfaro y De los Aceitunos. Lo hacen hasta la tarde. El resto de compañeros labora en dos jornadas: de 06:00 a 15:00 y de 18:00 hasta las 21:30, a veces, hasta más tarde.

Entre una y otra, algunos optan por ir a casa y dejar cocinando para los guaguas.
Para los más guambras la jornada empieza en calles, condominios, centros comerciales y otros espacios. Luego llegan hasta el centro de acopio. Allí arriba un camión con lo separado por todos y empieza una nueva selección en manos de toditos.

En el grupo está César Sanguña, de 48 años. Es carpintero de profesión y, mientras retira las hojas a un cuaderno usado, hace memoria del día en el que se quemó el taller de su padre. Fue hace tres años y desde ahí se dedica a tiempo completo al reciclaje.

César es el esposo de la presidenta de la Red Nacional de Recicladores del Ecuador, Laura Guanoluisa. Ambos son el vivo retrato de la unión familiar. Se casaron guambritos, ella de 15 años y él, de 18.

A la presidenta de la Asociación, Mirian Simbaña, le tocó el turno de preparar el almuerzo para todos. Ella y su familia son otra muestra del trabajo duro. Con sus seis hermanos crecieron en el mundo del reciclaje.

Mirian, quiteña de 40 años chequea la olla con papas y, a la par, rememora que, primerito, trabajaban en una escombrera. En la actualidad, ella, su padre y tres hermanas trabajan en el centro de la Eloy Alfaro. La mamá se retiró por problemas de salud y otros hermanos reciclan en otros puntos de la ciudad.

Otro capítulo que la mujer tiene presente es que hace unos 10 años, el Municipio les dio en comodato el terreno donde funciona el punto de acopio. Y agachando el hombro, con mingas y donaciones, fueron levantando el lugar.

Con lo que ganan logran tener un sueldo mensual y pagar las portaciones al seguro social.

Les pagan por kilo: 22 centavos, el papel; 28, el plástico y 12 el cartón, etc. Enero estuvo medio bajo y el ingreso disminuyó, cuenta Manuel. Eso sí, contento de tener para el sustento diario, trabajando “honradamente”.

Los gestores de La Delicia no son los únicos que hoy están de fiesta. Resulta que en Quito, según datos de la Secretaría de Ambiente, hay alrededor de
3 000 personas dedicadas a labores de recuperación de los residuo. Laura habla de 3 800, entre “organizados y no organizados”.

Los regulares son de 10 organizaciones. Y ellos son los encargados de apoyar a la ciudad, que diariamente produce unas 2 200 toneladas de residuos. De estas, 530 (24%) se pueden reciclar.

Mirian,tiene presente que al igual que muchos de sus compañeros aún no regularizados, antaño, los miembros de la asociación también tuvieron que aguantar la lluvia y el sol. Sin embargo, con unión y harto esfuerzo, tienen su casa para garantizar unas mejores condiciones para compañeros como Manuel.