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18 de diciembre de 2019 08:51

El villancico 'Dulce Jesús mío' es quiteño

Alfredo Pérez Roldán, junto a un pesebre. Fotos: Ana Guerrero / ÚN

Alfredo Pérez Roldán, junto a un pesebre. Fotos: Ana Guerrero / ÚN

Redacción Últimas Noticias
(I)

‘Dulce Jesús mío, mi Niño adorado”, proclama uno de los cánticos tradicionales de la Navidad quiteña. Esta infaltable melodía tiene su historia, y Alfredo Fuentes Roldán se dedicó a investigarla y hoy la cuenta con santo y seña.

Más de cinco años le tomó al investigador de las tradiciones quiteñas la recopilación de datos de ese pasaje de la historia.

Clarito cuenta que si bien Francisco de Asís fue impulsando la devoción cristiana, las novenas con tinte europeo llegaron a Quito con Fray Jodoco Ricke. Pero el toque local, incluido el cántico, lo puso el también franciscano Fernando de Jesús Larrea.

El abogado de profesión, de 93 años, desde el piso 14 de un edifico de la avenida Colón, relata que uno de los lugares al que acudió para la investigación fue la biblioteca Aurelio Espinosa Pólit. Con datos en mano, empezó a escribir. Eso sí, lo hizo a mano, como el resto de sus relatos plasmados en los textos de tradiciones quiteñas, publicados por la editorial Abya-Yala.

Tiene dos personas de confianza que le ayudan con la transcripción en computador: su esposa y su cuñada, Elsa y Carmen Torres, respectivamente.

Él, además de investigafor, es un fiel practicante de la novena. Esta tradición es de familia. Uno de los pilares para sostenerla fue su abuela, Victoria Nájera. Y muestra la talla de un Niño con, bajito, 100 años.

El estudioso muestra partes de su texto.

El estudioso muestra partes de su texto.

A continuación un texto de Alfredo Fuentes Roldán sobre esta tradición: “El Nacimiento es el corazón de la Novena. Sus nueve días de oración tienen un viejo antecedente en la Edad Media. Los pastores bajaban al pueblo y entrelazados de las manos, alrededor de un pesebre, cantaban y bailaban villancicos.

“Francisco de Asís va cristianizando las costumbres, impulsando la devoción por todas partes, tanto que los grandes compositores fortalecen el sabor popular y obtienen pastorales y oratorios de maravilla.

“Fray Jodoco, el primer franciscano que llega a Quito en 1534, complementa la enseñanza de artes y oficios europeos con una escuela nativa de religión que lleva al Niño Dios por todos los caminos y senderos en donde comienza a sonar la dulce voz del villancico.

“Los frailes de épocas posteriores no desmayarán siguiendo la huella luminosa dejada por su fundador, haciendo de la Navidad una conmemoración de Alegría desbordante esperada jubilosamente por grandes y chicos...

“Y nadie mejor para ensalzar la fiesta que fray Fernando de Jesús Larrea (1700-1773) que escribió la ‘Novena para el Aguinaldo’, nombre clásico que significa ‘regalo de Navidad’.

Video: YouTube, cuenta giovanni guzman

“La Novena es una joya literaria y de piadosa religiosidad que habiendo nacido en el convento quiteño, no menos que en la iglesia para obtener sus acordes totales, en cuanto se la oyó deletrear y enseguida cantar sus estrofas, fue arrebatada de las manos del autor por la gente que llenaba el templo, obligando a que muchos tuvieran que resignarse quedándose en el atrio.

“Todos hicieron suya la inspiración y celebraron que la letra no podía haber salido sino del corazón del pueblo. El texto fue a la imprenta y las ediciones se repetían bajo permanente reclamo.

“El país entero acogió el novenario devotamente y el villancico se incorporó al canto popular en la iglesia y en el seno de la familia. La sencillez de la letra y el suave ritmo del tono menor no se quedaron allí. Pasaron la frontera patria y en Lima se hizo una edición en 1788. Luego en Colombia se imprimió en 1807.

“A nadie sorprendió que los devotos del Niño, que todo el mundo, abarrotaran el templo en los días de la Novena y en cualquier día del año y que el Aguinaldo se constituyera en el regalo mejor en la época de Nochebuena, haciéndose con los juguetes, los dulces, los obsequios, una de las tradiciones más queridas.

“Ayer y hoy, quién no vibra de Alegría al sentirse pastorcito de Navidad y entonar: ‘Dulce Jesús mío, mi Niño adorado / Ven a nuestras almas, ven no tarde tanto...’”.