Se nos fue el más rápido del Ecuador

El deporte ecuatoriano está de luto por la muerte de uno de sus hijos más ilustres. Álex Quiñónez fue una de las miles de víctimas del crimen organizado que azota al país. El velocista esmeraldeño se fue, pero deja una herencia imborrable.
Si bien hay dolor y consternación en su entorno, también hay una especia de responsabilidad de mantener su memoria viva. Es que fue un bólido en las pistas.
“Es un duro momento para el deporte ecuatoriano. Álex era un hombre de mucha resiliencia, luchador, era de aquellos que se caían y se levantaban; es la mejor manera de describirlo. Era muy alegre... verlo bailar, verlo reírse con sus hijos… Es una pérdida muy grande”, reconoció Roberto Ibáñez, presidente de la Federación Deportiva del Guayas.
Quiñónez era dueño de marcas pesadas. En 2018 logró un hito para el país. Fue el
atleta con el sexto mejor tiempo del mundo en los 200 metros planos. Esa marca la consiguió en los Juegos Sudamericanos, donde además impuso un récord, corrió esa distancia en 19:93 segundos.
Nelson Gutiérrez, su entrenador, lo esperaba este 25 de octubre del 2021 para empezar las prácticas para una competencia en Oregon, Estados Unidos. Esa iba a ser la primera gran competencia después de que no pudiera correr en los Juegos Olímpicos de Tokio, por un error administrativo.
“Álex empezaba el acondicionamiento para Oregon. Esta semana fue a ver a sus niñas en Guayaquil, porque venía a Quito desde el lunes para entrenarse”, dice Gutiérrez.
Álex se adueñó de todos los récords que pudo. No dejó ni uno suelto en el país y en la región. Con 32 años, ya veterano en comparación a sus competidores más guambritos, aún tenía hambre de gloria. Eso de subirse al podio y colgarse medallas era lo suyo. Lo disfrutaba mucho.
De hecho, la última gran medalla que se colgó fue en 2019. Fue bronce en los 200 metros planos en el Mundial que se disputó en Doha. Su tiempo le permitió clasificarse a Tokio 2020, pero llegó la pandemia del covid-19 y todos sus planes cambiaron.
En La Vicentina lloran su partida; lloran por el deportista que fue, pero sobre todo por la persona que ya no estará para hacer reír a sus compañeros o dar ánimo al resto.