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18 de diciembre de 2019 09:31

Graciela Quevedo, la belenista de Santo Domingo

Graciela Quevedo, en la capilla llena de belenes, habla sobre su pasión: los belenes. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Graciela Quevedo, en la capilla llena de belenes, habla sobre su pasión: los belenes. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán
(I)

Desde hace cuatro años que forma parte del grupo de belenistas del convento Santo Domingo. Y eso le llena de orgullo a Graciela Quevedo (Quito, 1956). Es que, además, es una de las más cancheras del grupo Arte Con Amor.

Fue por casualidad que se sumó a esa actividad. Resulta que su hija se compró las figuras del pesebre y como eran tan grandes no había casa para acogerlas, así que le sugirió a su madre que ingresara a un taller y aprendiera a hacer belenes con material reciclado.

No tuvo problema para acoger el consejo, pues ya estaba jubilada; trabajó por 25 años en el Banco Central. Allí se desempeñó en las áreas de informática bancaria y gerencia.

En la Universidad Católica se matriculó en Idiomas y Administración, pero las dejó botadas porque antes se graduó de mamá. Tiene dos hijos; aún no llegan los esperados nietos.

Jamás ha estado quieta; cuando salió del Banco se puso a estudiar gastronomía.

Fue una alumna aventajada; sin embargo, faltándole un semestre para graduarse se retiró porque tuvo otra prioridad: su hijo ingresó a la U y todos los recursos económicos debían canalizarse a ese lado.

Cuando su heredero se marchó a Rusia, a seguir con sus estudios, Graciela buscó la manera de seguir ayudándole. Así que hizo sus maletas y se fue, por ocho años, a EE.UU. a trabajar cuidando niños.

Una vez que regresó al país, ya no sabía qué hacer y ahí apareció el tema de los belenes. Le gustó tanto porque ese espíritu de artista estaba a flor de piel. Actualmente, es una lince en esos menesteres.

Eso del arte no le resultó extraño porque en sus adentros siempre tuvo una vena artística. No en vano, en la juventud siempre le despertó la curiosidad de aprender a tocar violín o piano, pintar una obra.

Ya en el tema de los belenes, es bien exigente, perfeccionista; este año hizo un pesebre pequeño y ayudó a hacer los techos de 12 murales de las iglesias del Centro Histórico. En el primer año de su vinculación con Arte Con Amor hizo un belén, al año siguiente sumó cinco y al tercer año, se conformó con cuatro.

Esa labor le relaja; pero también le gusta coordinar todo el trabajo de la agrupación. Es que resulta que es bien querendona de todo lo que tiene que ver con el patrimonio de la ciudad.

Como belenista, la Navidad es un tiempo para sacar a relucir las buenas virtudes del ser humano y eso la motiva y la envuelve.

De ahí que, en la exhibición de belenes que se montó en una de las capillas de Santo Domingo, se pasa largas horas. Le encanta mostrar su lindo arte.