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23 de abril de 2019 09:36

Harody Carlosama es el único estudiante de Bachillerato del Zaran

Harody Carlosama decidió quedarse en el Zaran para tener una educación más personalizada. Foto: Julio Estrella / ÚN

Harody Carlosama decidió quedarse en el Zaran para tener una educación más personalizada. Foto: Julio Estrella / ÚN

Betty Beltrán

En la Unidad Educativa Zaran, ubicada en el corazón de Calderón (Antis y 9 de Agosto), se educa un chulla guambrito en el primero de Bachillerato. Se llama Harody Carlosama, tiene 15 años.

Recuerda que cuando pasó a Décimo se quedó sin compañeros; antes de eso, en su aula eran cuatro estudiantes (dos hombres y dos mujeres). Así que cuando se quedó ‘solín’, con más ganas se dijo: “Me quedo nomás, porque la educación será más personalizada”.

Cecilia Ramírez, vicerrectora del Zaran, cuenta que desde que iniciaron las actividades, hace 15 años, siempre fueron poquitos alumnos, quizá porque están pegaditos a otras instituciones fiscales que tienen hartos años y cerca están escuelas del milenio.

De todas formas, en la actualidad tiene 70 estudiantes. Los chiquillos están desde el Inicial Dos hasta primero de Bachillerato; nueve maestros con varias maestrías en sus currículos son los encargados de educarlos. La pensión de la institución no supera los USD 150 mensuales.

La mayoría de alumnos tiene una beca. En el caso de Harody es íntegra, todo porque el guambra es para sacarse el sombrero. Es bueno en todo, afirma Ramírez. Y no exageran, hace unas semanas participó en un intercolegial de oratoria y, según el jurado calificador, fue un “Velasco Ibarra en chiquito”.

No solo en eso es brillante, también en las materias duras: Matemáticas, Física, Química, Inglés… Rubén Echenique, el profe de Mate, da cuenta de que su alumno “tiene la capacidad para el álgebra, analizarla y comprenderla, y resolver problemas por sí mismo”. Es muy enfocado y sigue los procesos, agrega.

Una vez que alcance el título de bachiller piensa salir del país y estudiar Informática. Le interesan las artes, las cuales afina en los clubes que, desde las 15:30, se activan en el Zaran.

Harody le entra con fe a la música y a la pintura.

José Ibarra, docente de Literatura y áreas sociales, dice que las artes hacen que los chicos sean más despiertos y creativos. Y para qué, el Zaran se ha destacado incluso en esa faceta: ha sido tres veces campeón en danza folclórica en Calderón, el club de pintura también ha sido galardonado.

El aula de Harody está en el segundo piso del edificio, hay un chulla pupitre y está rodeado de libros y una pizarra. Las primeras horas de clase comienza con las asignaturas más fuertes, luego vienen las clases más relajadas. Pero en todas se aprende el cuestionario, da la lección, hace ensayos para no solo repetir el conocimiento sino crear nueva información, cuenta el joven. Y en su casa suele avanzar en el contenido de las distintas materias y con el maestro lo reafirma.

La institución busca que sus chicos sean “una arena fuera del montón”, agrega la vicerrectora Ramírez.

Como vive cerquita de su colegio, en San José de Morán, Harody suele trasladarse en bicicleta; y se demora unos 15 minutos en llegar a Zaran, un nombre indígena que significa mazorca de maíz. Es una suerte de familia a la cual, acota el joven, lleva en el corazón y le estará eternamente agradecido.