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29 de enero de 2020 08:57

Huertos y trueque en pleno Quito

Los huerteros son, en su mayoría, personas de la tercera edad. También hay adultos y jóvenes. Foto: Julio Estrella / ÚN

Los huerteros son, en su mayoría, personas de la tercera edad. También hay adultos y jóvenes. Foto: Julio Estrella / ÚN

Betty Beltrán
(I)

En lo más alto de la Mena Dos, al sur-occidente de Quito, está el barrio Reino de Quito. Allí viven los expertos en cultivos orgánicos y la buena mano que tienen la pone en práctica en sus 89 huertos, cada uno de 1 000 metros cuadrados de superficie.

Esos espacios tienen apelativos: Regalo de Dios, Las Flores, Huertos de Vida, Nuevo Amanecer, Santita… Allí producen maíz, papas, habas, lechugas, zanahorias, zucchini, coliflor… También hay tomates, pero en invernadero.

Los agricultores se han agrupado en la Asociación Huertos de Vida. Don Ángel Santamaría, uno de los más afanosos, cuenta que todos trabajan igualito; es decir, sin gota de químico y con harto abono. Solo con eso demuestran que pueden producir alimentos grandes y con nutrientes.

Les gusta trabajar la tierra porque, como ellos mismo aseguran, vuelven a sus orígenes. La mayoría es de otras provincias: Loja, Bolívar, Chimborazo, Cotopaxi, Carchi… Y hace 16 años se dedican a cultivar como en el campo, pero en plena capital.

La siembra se hace con asesoramiento del Municipio y del Consejo Provincial, cuenta Lenín Carrasco, presidente del barrio y de la Asociación; pero, dice, “más es el esfuerzo y la experiencia de los compañeros que, en su mayoría, son del campo”, dice.

Tras la cosecha se distribuye el producto entre la familia, los amigos y el trueque. Esto último se da más durante los meses de mayor recogida del alimento: junio, julio y agosto. Aunque las hortalizas aparecen permanentemente.

¿Cómo es eso del trueque? Ana Vargas responde que es simple: el dueño de una huerta que tiene choclos por salir los comparte con aquel que su cosecha aún está en veremos y viceversa. Ese intercambio se hace con sus pares de la Asociación y con el barrio.

Por ejemplo, doña Ana lleva a la tienda de la esquina sus lechugas o brócolis y los cambia por plátanos u otro alimento que requiera. Ella no pone precio, solo pregunta si le pueden cambiar por tal o cual producto.

Llegar a ver los sembríos en su máximo esplendor costó sudor y lágrimas. Donde hoy están los huertos había un bosque con eucaliptos y chilcas. Lo tumbaron a pura mano. Quienes están frente a los sembríos son, en su mayoría, de la tercera edad.

Pero sus años no disminuyen el empuje. Con profundo orgullo, Eudomilia Curipoma cuenta: “Diosito me da la fuerza y el valor para el trabajo, con mi lampita (instrumento de arado) salgo tres o cuatro horas diarias a trabajar en mi huerta. Solo cuando llueve no vengo”.

Don Lenin dice que el 60% de los huerteros son viejecitos, ya jubilados; para no quedarse en casa se activan en el campo. Los demás son adultos y jóvenes.

Zoila Echeverría cuenta que nadie le ayuda, solo cuando hay que picar la tierra su esposo se comide. Todo es a mano, nada de yunta o arado. Agrega que la nueva generación se desentiende del campo.

Los guambras no se meten, pero para motivarles la Asociación se propone hacer huertos demostrativos y que los colegiales lleguen al punto y miren qué es eso de las matas de maíz, papas…

Si desea comprar esos productos puede ir a la Asociación, en la Pedro Sabio; o llame al 284 4010. Todos los sábados, de 08:00 a 12:00, le atenderán bonito y le darán un paseo por los huertos con nombre.