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16 de octubre de 2020 12:45

Un jardín de colibríes en El Tejar

Se siembran plantas arbustivas

Se siembran plantas arbustivas. Foto: Cortesía

Ana Guerrero

A punta de mingas ha ido tomando forma el Jardín de Colibríes, en la quebrada El Tejar. Donde antes había basura, escombros y matorrales crecidos, ahora hay un espacio para que revolotee la especie emblemática de Quito.

Vecinos del sector colaboraron para hacer posible la recuperación del lugar y la implementación de jardineras, así como para sembrar especies forestales -alisos, por ejemplo- para recuperar el suelo y para que actúen como una barrera natural. El ingreso a la quebrada es por la calle Baños, junto a las canchas del sector.

Ya han sacado 12 toneladas entre basura doméstica y hasta muebles, llantas, electrodomésticos y animales muertos. También hubo apoyo del Municipio.
Y, claro, para que los alados dueños de casa lleguen, también se siembran plantas denominadas arbustivas, que producen flores. Estas acciones son parte del proyecto Wayku, cofinanciado por el Quito Fondo Ambiental.

Tatiana Santander, parte de la iniciativa y de Aves y Conservación, cuenta que mañana habrá una minga y habrá otra el 24, a partir de las 09:30, en el marco del Festival Mundial de las Aves que se celebra cada octubre. El tope para las jornadas es en la cancha deportiva El Tejar.

Antes de ponerse manos a la obra, va de cajón el recorrido para observar aves en la quebrada, a las 06:00. La recuperación de la hondonada ya se venía haciendo desde inicios del año. El jardín se sumó y va dedicado a Fernando Ortiz Crespo, biólogo quiteño, primer ornitólogo ecuatoriano y todo un apasionado por los colibríes.

Las plantas para el jardín son producidas por Aves y Conservación y un grupo de mujeres de la comunidad de Alambi (parroquia de Nono). Las especies son propias de los bosques altoandinos, que, con seguridad, también ocuparon antiguamente las laderas que rodean a la urbe.

Como detalla el también biólogo y experto en aves, Andrés Marcayata, Quito antes era conocido como el Jardín de los Quindes.

La capital alberga unas 55 especies. Cada una de ellas con su magia y encanto. Pero, lamentablemente, se han visto afectadas por la pérdida de su hábitat por culpa de la deforestación, incendios forestales, contaminación...

Se estima que los quindes visitan hasta 800 flores al día para obtener el néctar, combustible para su agitada vida. Hay especies que dependen de plantas nativas, como el zamarrito pecho negro, emblemático de Quito. Hoy, indica Marcayata, se encuentra en peligro de extinción y con escasos registro en las ladera del Pichincha, en las Reserva de Yanacocha y sus alrededores.

De ahí, añade, la necesidad de conservar los pocos espacios verdes que quedan en la ciudad: parques, cercas vivas, jardines decorativos que incluyan también plantas florales.