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20 de julio de 2018 09:59

Kratos hace vida de familia

Escarlet Charro, bombera de servicios, juega con Kratos en el parque. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Escarlet Charro, bombera de servicios, juega con Kratos en el parque. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán
(I)

Es tal cual un hijo. Con poner la cara triste, Kratos quiere salirse con la suya. Así que su dueña, Escarlet Charro, cae en la trampa. Lo deja más tiempo en la habitación o le saca a pasear más de lo debido.

Tras colgar la casaca roja, el golden retriever de más de seis años se adapta a su nueva vida de familia, allá por el sector de El Calzado (sur de Quito). El pasado 12 de julio, el perro bombero especializado en rescate de víctimas en estructuras colapsadas, se jubiló y fue despedido con honores.

Una semana después de aquello, se lo ve feliz, juguetón… Y a su dueña también, porque -como ella misma dice- “me sacó de la rutina y mi hijo (Elián, de 5 años) anda contentísimo”.

El primer día que llegó a su nuevo hogar, el perro de color melcocha estuvo melancólico. Toda la noche ladró y ladró, “quizá extrañaba su entorno, al cabo David Durango (entrenador), a sus amigos…”, atina a decir Escarlet.

Ella, hace dos años y medio, es bombera de servicios en la Banda del Cuerpo de Bomberos Quito (toca el clarinete) y su horario de trabajo le exige salir temprano de casa. Así que a Kratos lo deja en la terraza.

Afortunadamente no hace berrinches porque se queda entretenido con tres amigos (los perros de la dueña de casa). Destaca que su animalito es bien educado y no hace travesuras.

Cuando Escarlet llega del trabajo, derechito va a la terraza para ver las novedades de su mascota famosa y bajarlo al departamento. Le encanta la vida de familia y más jugar con Elián, hasta duermen juntos.

Todas las mañanas son de correteo, mientras la madre e hijo se alistan para salir, Kratos pone cara triste porque anuncia que ya se quedará solo y, a como dé lugar, quiere llamar la atención.

Y muerde, entre sus dientes, aquella pelota que recibió como primer juguete en su nueva casa. Con sus movimientos, pretende que la familia juegue con él. Al no tener respuesta, se da por vencido y suelta el balón.

Pero al caer la tarde sí va a pasear y, a sus anchas, corre, ladra, juega desaforado… Tiene harto espacio para hacerlo, porque a 50 pasos de la casa está el parque de la Canelos.

Por suerte los vecinos no saben que se trata de una celebridad que le llegó el día de descansar, “porque sería muy abrumador”, admite Escarlet. Y agrega que ya no es el perrito de trabajo, el bombero, ahora intentan darle una vida de familia, relajada, tranquila...

Después de su paseo, a las 19:00, le llega la hora de comer: 500 gramos de pepas. De una vez, Escarlet compró un quintal (USD 47) para un mes. Nada de golosina, no se vaya a enfermar.

Por si las moscas, hace unos días ya le puso el ojo al futuro médico de cabecera de Kratos. Está en el redondel de El Calzado, cuenta.

Cuando cruzan la calle, Escarlet le lleva del collar que, en su jubilación, le regalaron. En un lado de la placa está su nombre y al reverso una frase: “Bombero un día, bombero para toda la vida”. Se está pensando hacerle otra placa con la dirección de su casa, por si pudiera perderse.

Pero Escarlet aleja esa idea porque se moriría de pena, además ya se acostumbró a sus ronquidos. Su Elián también ronca y toda la noche la banda resuena en sus oídos. Aún así, todos duermen como lirones.