placeholder
Las Últimas
4 de marzo de 2020 09:26

Lustrabotas a los 80 años

Víctor pasa los días en la calle con su cajón. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Víctor pasa los días en la calle con su cajón. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Redacción Últimas Noticias

Su cajón de betunero lo carga a cuestas. Allí lleva todos sus implementos para ganarse la vida, como lustrabotas de la esquina del Quicentro Sur. Se llama Víctor Caguas y por los surcos en su rostro, debe tener más de 80 años.

Para cerciorarse de esa percepción, le preguntan ¿cuántos años tiene? Pero, el hombre de pequeña estatura solo se limita a sonreír y muestra su dentadura desgastada. Tras unos segundos, responde: “No sé, no sé cuántos años tengo”.

Vuelve a sonreír y agrega: “Nací en 1935, en Alausí. Ya vivo por acá 50 años…”. Y es soltero; vive junto con uno de sus hermanos, quien le dio un cuartito. En total son tres ñaños.

Antes de llegar a la capital, narra que era agricultor en su pueblo de Gonsol. Todos, junto a sus hermanos, vivieron de la agricultura. Hasta agosto, la cosecha era buena…, pero en octubre no tenía qué hacer.

Como la tierra languideció, cuenta don Víctor, hicieron maletas y toda su parentela se vino a la capital.

Para sobrevivir, todos se dedicaron a la construcción; pero Víctor dejó pronto el oficio por su problema de espalda, pues con el tiempo se va curvando más y más. Antes era sano y bueno, acota. “Hasta montaba a caballo, pero una noche el animal se cayó en cuatro patas y me lanzó por un camino de piedras…”.

En aquel tiempo tenía 25 años y nunca consultó al médico. Y cuando en las noches frías le llena de dolor, se pone pomadas que la vecindad le recetó al ojo.

Jamás fue una carga para nadie, y cuando ya no pudo ser albañil, optó por dedicarse a limpiar zapatos. Hace un par de años llegó a la esquina del Quicentro Sur e hizo suyo el sitio. Al día puede hacer USD 5 y cuando llueve ni un centavo.

Pero no se aflige, es muy creyente. Los sábados se dedica a lavar su ropa y arreglar su cuarto. Los domingos sí son dedicados a su Dios; es evangélico y no puede dejar de ir al templo y pagar los diezmos (USD 10 al mes). Con eso, “Dios me ayuda”, dice convencido. Al final, cuando le preguntan qué le pide a la autoridad, don Víctor dice: “Nada, qué voy a pedir, nada”. Pero tras un largo suspiro, agrega: “de pronto un puesto fijo, para seguir trabajando hasta cuando Dios diga…”.