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8 de septiembre de 2020 15:03

Resistiendo con ‘chulla’ cliente

Don Gonzalo Santander no deja de acudir al lugar, de lunes a sábado. Foto: Betty Beltrán

Don Gonzalo Santander no deja de acudir al lugar, de lunes a sábado. Foto: Betty Beltrán

Betty Beltrán (I)

Sábado. 11:00. Como todos los días desde que comenzó la emergencia sanitaria por el covid-19, el salón luce desolado, sin clientes, sin meseros, sin música, sin rumor de las voces, sin el tintineo de vajillas…

Solo una de las 48 mesas, aquella que da al ventanal, está ocupada por don Gonzalo Santander. Es el cliente fiel de El Madrilón, una de las cafeterías insignes del Centro Histórico de Quito y que actualmente resiste a la crisis económica.

Según Quito Turismo, en la capital hay 2 152 locales de ese tipo y solo en el casco colonial están 172. Según Pablo Buitrón, coordinador general de la Organización Defensa del Centro Histórico, el 60% de ese total tiene suspendidas sus actividades y el 20% ya no abrirá más.

Los pocos negocios que atienden en este sector están en la misma situación, aunque El Madrilón -ubicado en la esquina de las calles Sucre y Guayaquil- lo lleva peor, porque está en un lugar bien metido del Pasaje Tobar.

Luis Vega es el propietario de ese negocio y se resiste a cerrarlo porque, como él mismo dice, es la memoria de la capital y el recuerdo de sus padres que en 1957 lo abrieron en la calle Bolívar entre Venezuela y Guayaquil. Para 1959, la fuente de soda (así lo llamaban para ese tiempo) se trasladó a la Chile y Benalcázar, y por 39 años fue su época de oro.

Por allí pasaron desde Carlos Julio Arosemena Monroy hasta el presidente del Gobierno español, Adolfo Suárez. Sus salones fueron testigos de tertulias entre políticos de todos los colores y no en vano, recuerda Vega, decían que “en El Madrilón se forjaban los golpes de Estado”.

Don Gonzalo también fue cliente de aquellos tiempos. Dice que no recuerda cuántos años visita su cafetería preferida, pero son hartos. Y todos los días ocupaba su mesa en ‘el hueco’, que está en un sitio reservado para los clientes de cepa.

Allí, antes de la pandemia, se juntaban entre ocho y nueve asiduos clientes. Ahora casi todos, como son de la tercera edad, no llega porque sus familiares no les dejan salir, refiere Vega.

Don Gonzalo, a sus 90 años,de lunes a sábado llega alrededor de las 11:00 y se marcha cuando cierran el local, a las 16:00. En todo ese lapso se sirve dos o tres tazas de café, más un sánduche de pechuga de pollo (incluye papas fritas, una rodaja de tomate y otra de huevo duro), la especialidad de la casa.

Si no llega a un acuerdo con el arrendatario, Vega adelanta que El Madrilón podría cerrar y, de pronto, lo reabrirá en un predio que tiene su familia en la Colón y Seis de Diciembre. El pago del local en el Centro es de algo más de USD 650 y su pedido es abonar solo el 30% de ese total en consideración a la crisis que vive.

Ojalá se acepte esa propuesta y solo así se quedará en el Pasaje Tobar, aunque no venda mayor cosa. Allí ya está 21 años; antes servía 20 desayunos diarios y ahora uno o dos, se lamenta. Y su personal se redujo a una persona.

La baja de clientes no es solo por el tema de la pandemia, asegura Vega. La crisis del Centro llegó mucho antes, cuando la rodearon de vallas con púas (concertinas) y por la peatonalización en la administración del alcalde Rodas. El covid-19 solo fue la yapa para matar a los negocios del Centro, reitera.

Hay ocasiones que solo se vende lo que pide don Gonzalo...