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12 de noviembre de 2019 09:04

Manivela eterna al reloj de la iglesia de San Francisco 

Gustavo Landívar (i) y Gerardo Carrera, en el taller de la Casa del Reloj, en la Benalcázar y Espejo. Fotos: Betty Beltrán / ÚN

Gustavo Landívar (i) y Gerardo Carrera, en el taller de la Casa del Reloj, en la Benalcázar y Espejo. Fotos: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán
(I)

Dos veces a la semana de ley le tiene que dar cuerda al reloj de San Francisco. Así que, llueva, truene o relampaguee, Gustavo Landívar, el empleado más antiguo de La Casa del Reloj, tiene que subir unas 60 gradas hasta la torre del templo y mover la manivela.

Esa joya tiene alrededor de 300 años y es de factura francesa. Hace 15 años, desde el 2004, está bajo el cuidado de esta empresa, ubicada en el corazón del Centro de Quito, en la calle Benalcázar y Espejo. Es una de las pocas relojerías que se dedica a estos menesteres y la experiencia, desde 1954, le avala.

Su relación con esa máquina fue solicitada por los propios frailes franciscanos, en el 2004. Aquella petición fue autorizada y financiada por el Fondo de Salvamento Patrimonial del Centro Histórico (Fonsal) de aquel entonces y hoy, el Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP).

El trabajo inicial fue arduo, porque las piezas (bocines, piñones, contrapesos) estaban desgastadas, así que se hizo un mantenimiento correctivo integral, además de la limpieza y lubricación de todo el mecanismo. Y así fue que quedó como nuevo.

De allí en más, y porque sus partes están expuestas a la intemperie, el taller de La Casa del Reloj se hizo cargo del mantenimiento. Lo hizo sin cobrar ni un solo
centavo, cuenta Gerardo Carrera, propietario del negocio. Esa es su contribución a la ciudad, agrega orgulloso el relojero. “No creo que se deba cobrar por eso (dar mantenimiento al reloj), porque es parte de nuestro prestigio y queremos colaborar con la belleza de la ciudad”, dice, convencido, Carrera.

A la máquina del reloj de San Francisco hay  que darle manivela dos veces a la semana.

A la máquina del reloj de San Francisco hay que darle manivela dos veces a la semana.

Es el único reloj del Centro que está con la hora exacta y dando sus campanadas cada 60 minutos, de ahí que todo el tiempo están pendientes del buen funcionamiento de esta joya.

En estos 15 años de trabajo, el reloj de San Francisco se ha parado un par de veces: “Cuando hubo un temblor o por mucho viento”. Landívar asegura que conoce tanto a la máquina que ella mismo le indica qué arreglo le urge; cada dos o tres veces al año lubrica todos los engranajes.

No necesita más, pues ese aparato fue muy bien fabricado, con unos metales duros y nobles. Cuando “le cogimos a cargo estaba con un sobrepeso en el reloj mismo, no funcionaba. Parece que no le entendieron y los bocines hacían que se remuerda el reloj”, comenta Landívar.

La máquina de los franciscanos es de las pocas que funcionan en el Centro, el resto no da la hora quizá porque, como comenta Salomé Carrera, hija de don Gerardo, el trámite que se hace para poner en funcionamiento un aparato de este tipo es bien largo.

Por un lado, hay que pedir las autorizaciones a los religiosos y, por el otro, en las diferentes dependencias municipales; ese paso puede durar años.

A todo eso se suma el costo, porque hay piezas que de ley hay que reemplazar y hay metales que tienen la capacidad vencida. Al menos el de San Francisco ya está en buenas manos.