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9 de julio de 2019 09:37

Las estrellas del observatorio

Dos perritas y un gatito llegaron al predio de la Escuela Politécnica. Los 19 empleados del lugar hacen ‘vaca’ para mantenerlos bien sanos y alimentados. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Dos perritas y un gatito llegaron al predio de la Escuela Politécnica. Los 19 empleados del lugar hacen ‘vaca’ para mantenerlos bien sanos y alimentados. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán

No es una, son tres mascotas: dos perritas y un gatito. Todas viven a sus anchas en el Observatorio Astronómico de Quito, aquel que está ubicado en el corazón del parque La Alameda. Llegaron indistintamente y enseguida fueron adoptadas.

A la primera en ganarse la voluntad de los empleados la llamaron Negra. Es una perrita mestiza, de color negro, por eso le bautizaron con ese nombre. Ella vivía en el parque, pero un día cuando un grupo de personas visitaba el Observatorio, el animalito se atrevió a entrar y nunca más salió.

Con los días, la mascota se adueñó del sitio lleno de telescopios. Ella permanece dentro de las oficinas, se pasea con los turistas, sube a la torre con los técnicos… Es una mascota tranquilita y bien fiable.

Entre todos los 19 empleados del Observatorio hacen ‘vaca’ para poder atender las necesidades de la Negra. De aquello da cuenta Francisco Carvajal, guía del museo del Observatorio Astronómico de Quito.

Con esa colaboración voluntaria se apañan para la comida, las vacunas y otras necesidades del animalito. Ese dinero también sirve para atender a las otras dos mascotas que fueron adoptadas.

El segundo en llegar fue un gato, y no tardó nada en ser bautizado como Quázar. Vive en la mecánica y cuando llegan los turistas sale a darse unos paseos de popularidad y hasta se deja acariciar por los visitantes.

Se sospecha que este gato blanco y negro es hijo de una micifuz que, hace tiempo, llegaba al Observatorio a pasearse toda oronda. Quázar llegó bien chiquito, tanto que los empleados le tenían que dar una teta como a guagua mismo. Hoy hasta cascabel tiene alrededor del cuello.

Y la tercera mascota en “adueñarse” del Observatorio fue una pequeña perrita que, cuentan los guardias, una señora la dejó abandonada en pleno parque. Es hembra y le pusieron de nombre Luna; es muy juguetona y es la que más tiene contacto con los empleados. No tiene más de cuatro meses.

Las tres mascotas tienen sus cubículos para dormir, aunque a la Negra nadie le quita su espacio en el mismísimo museo del Observatorio. Son bien mimadas por todos; incluso hay los ‘semaneros’ que se turnan para el cuidado de los tres animalitos.

La Negra y el Quázar ya están esterilizados, solo la Luna espera su turno hasta que tenga un par de meses más. Todos están con sus vacunas respectivas y desparasitados.

Del aseo se ocupan los guardias. Al que sí es misión imposible bañar es al gato, porque ni bien le llega una gota de agua salta y se vuela a esconder. Es más fácil bañarles a las perritas y, de paso, hasta juegan con el agua.

Como andan bien aseadas y con alguna guaragua en el cuello, los turistas que llegan al Observatorio se quedan encantados con las ocurrencias de estos animalitos que fueron abandonados y tuvieron la suerte de encontrar a un montón de dueños que, a la hora del té, se han hecho también animalistas. Y no por simple moda sino por purita convicción y harta humanidad.