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2 de abril de 2020 15:09

El olor a pan no se esfuma

Los panes de Columbus se elaboran respetando normas de bioseguridad.

Los panes de Columbus se elaboran respetando normas de bioseguridad. Foto: Cortesía

Betty Beltrán

Son las 07:00 y al dar la vuelta a la cuadra, María de Lourdes Caiza rompe a llorar. Semejante arrebato tiene una razón: el potente olor a pan recién hecho la trasladó dos semanas atrás en el tiempo cuando la cotidianidad de su barrio, Edén del Valle 3, aún no era alterada por el confinamiento obligatorio de la gente a causa del covid-19.

Lourdes respira y sigue caminando hasta la panadería Baguet, ubicada en la calle Alejandro Cárdenas, la principal del barrio. Con el toque de queda que arranca a las 14:00, la venta más fuerte de este producto de primera necesidad en ese local ocurre entre las 08:00 y las 10:00.

El aroma del pan es de los pocos que sobrevive en los barrios del Distrito Metropolitano de Quito. En La Colmena, en el centro sur, ese olor es constante porque la panificadora Columbus (esquina de las calles Cestaris y Palta) abre desde las 05:30 hasta las 12:00.

Compradores y vendedores de la panadería Roiyal usan mascarilla

Compradores y vendedores de la panadería Roiyal usan mascarilla. Foto: Cortesía

Esperanza Fernández es la dueña y cuenta que alrededor de 30 años está en este giro de negocio y sus clientes son hartos, pero con la emergencia aumentaron. Su personal, cinco empleados, trabaja con guantes y mascarilla, y sus clientes ingresan al local previa desinfección de manos y con la mascarilla de rigor.

Como hay mucha demanda, doña Esperanza optó por sacar pan cada dos por tres. Hoy se hornea a las 05:30, 11:00 y 13:00; antes a las 06:00 salía el primer coche de 400 panes, a las 08:30 también con 400 panes, y en la tarde, el maestro horneaba otros 400.

Con esta pandemia, menciona doña Esperanza, “me vienen a comprar gente que nunca he visto, será porque en sus sectores no encuentran”. Por eso, entre las 20 variedades de panes que ofrece, calcula que está vendiendo unos 3 000 panes diarios.

Pero encuentra otra razón que ayuda a explicar también ese incremento en la venta: “Antes, la gente compraba seis pancitos, hoy se lleva el doble”.
El producto más barato está en 12 centavos y hay hasta 30 centavos, y los moldes a USD 1,50.

Los pasteles, unos 30 a la semana, también tienen demanda. Sin embargo, el pancito es el rey y si el pedido es de 10 pancitos, le da una yapa, una unidad más; y por 20, dos más. Esto lo hace porque, como dice Esperanza, “me debo mucho a mi barrio”. Por eso mismo activó otro servicio: la entrega de pan a domicilio. El fin: llevar el producto a los más viejecitos, aquellos que no pueden moverse hasta la panadería. Y no le suma un costo adicional.

En la Ciudadela México el olor a pan recién hecho también pone nostálgicos a sus vecinos. La panadería Royal, ubicada en la Maldonado y Sincholagua, ya lleva 13 años en el sector y sus clientes fieles llegan a las 07:00.

Sin embargo, el propietario -Patricio Roche- cuenta que el trabajo está bajo porque todo el resto de negocios está cerrado y no vende tanto como antes de la emergencia: “El ferrocarril y las escuelas y colegios compraban bastante y ahora nada, así que hacemos poco pan”, cuenta.

Antes vendía unos 800 panes al día, y en la actualidad la mitad. Pero no quiere cerrar la puerta porque, dice, “me debo a mis clientes y aguantaré hasta que tenga materia prima; la labor la realizamos con todos los cuidados de bioseguridad”.

Los precios están bien convenientes, desde 12 centavos hasta las empanadas de 30 centavos. También galletas a cinco centavos. Ahora se levanta a las 05:30 y como “la gente se levanta de día (tarde) la elaboración es calmada”, dice don Patricio.

En cambio, María de Lourdes, en el Edén del Valle 3, sí que madruga porque con ese gesto quiere pensar que la cotidianidad del barrio no se ha alterado.