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9 de abril de 2019 09:43

En el Pasaje Sanguña la tercera edad reina

La mayoría de los propietarios, la mayoría de la tercera edad, se mantienen vigorosos. Foto: Betty Beltrán / ÚN

La mayoría de los propietarios, la mayoría de la tercera edad, se mantienen vigorosos. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán
(I)

Ya están pachuhitos, pero aún les queda fuerza para ver su sueño cumplido: la inauguración del flamante centro comercial del Pasaje Sanguña, en el sector de La Ipiales (Centro de Quito). Son 208 locales de la primera etapa y el 85% de sus propietarios son de la tercera edad.

El dato lo confirma Narcisa Torres, secretaria de la Asociación Unión y Progreso. La mujer, también de algo más de 60 años, cuenta que la mayoría de sus compañeros tiene harta sabiduría, que los más “jóvenes” bordean las 65 primaveras y el más veterano, 88.

Algunos de ellos, del brazo de algún familiar, llegaron al evento del miércoles pasado, que contó con la presencia del alcalde Mauricio Rodas. También fueron los trompuditos de la Banda Municipal, que se pegaron un ‘Chulla quiteño’.

Todo era alegría en este sitio que, por nueve años, estuvo en veremos tras el colapso de un colector y la obligada reubicación de los comerciantes. También hubo destellos de tristezas sobre todo por los amigos que se fueron. “Algunos de los comerciantes no les alcanzó la vida para ver este día”, sentencia Torres.

El que sí logró ver este sueño fue Osvaldo Revelo, de 88 años. De ellos 45 lleva en Sanguña; el puesto lo heredó de sus padres, quienes fueron fundadores del lugar. Desde aquel tiempo vendía artefactos domésticos y reparaba ollas a presión y planchas.

Como la gente lo conocía, no le faltaban clientes. Aún así fue una tragedia no contar con el puesto en donde, según sus palabras, “conseguía el pan de cada día”.

Tras tantos años de espera, está contento con la inauguración. Los locales, distribuidos en un área de 2 133 metros cuadrados y distribuidos en siete bloques, varían de tamaño: unos son de 4,55 metros cuadrados, otros de 3,15 y los más chiquitos de 1,90. Todos tienen un costo y los entregaron, dice Revelo, según como estaban ubicados antes del derrocamiento de los viejos locales.

Una vez que abran las puertas, esta semana, los bendecirán y uno que otro colocará la imagen de su patrono Jesús del Gran Poder. Claro que con tanto conflicto que pasaron también se encomendaron al Señor de la Justicia.

Antes del colapso del colector que les quitó todo, en este sector se vendían muchas cosas; por ejemplo, en el sector de la Mideros se ofertaba ropa confeccionada, a la vuelta estaba el sector de las telas y ropa de bebé, y en el tercer frente se encontraban cortinas y electrodomésticos.

¿Volverán a vender lo mismo? Aún no se sabe, “¿no ve que muchos de los comerciantes ni mercadería tienen?”, acota Torres. Lo que sí está clarísimo es que volverán a levantar a este sitio que está en el corazón de la Ipiales.

Y en el corazón de Luis Ontaneda, de 85 años. Su local es el número 47 y cuenta que por nueve años se acomodó en una carpa, allí trabajó para sostener a sus nueve hijos y de pasito a sus nietos porque, como bien dice, “ya son grandes, pero como viven con uno hay que apoyarles”.

Con alegría rememora que fue uno de los primeros que llegó al Sanguña, hace 60 años. Dice que el sitio era como una quebrada y en el centro había una cancha de vóley; que las “cacharreras” llegaban con sus productos del norte y ellas dieron vida al sector. Así empezaron.

Olga Lives, de 81 años, también es otra de las antiguas de la zona, pues ya lleva 50 años comerciando. Tiene fresca la memoria para decir que el sitio estaba lleno de puestitos modestos que, poco a poco, los fueron mejorando. Todo ese esfuerzo no sirvió de nada tras la reubicación.

Ahora con los locales ‘papelito’ les toca hacer cuentas y pagarlo porque, como señala Lives, “ahora nada es gratis”. De su parte, está agradecidísima con el Municipio porque “mis últimos días de vida podré estar en mi puesto de venta”.