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2 de febrero de 2018 09:24

30 000 piezas de historia quiteña

Dayuma Guayasamín y Andrés Mosquera, arqueólogos que custodian la reserva. Foto: Ana Guerrero / ÚN

Dayuma Guayasamín y Andrés Mosquera, arqueólogos que custodian la reserva. Foto: Ana Guerrero / ÚN

Ana Guerrero
(I)

Esto es lo que somos. Con esta frase, Dayuma Guayasamín empieza el recorrido por un rompecabezas de más de 30 000 piezas: la Reserva Arqueológica Rumipamba, del Distrito Metropolitano de Quito.

Es un gran cuarto frío, con la temperatura y la humedad precisas para conservar intacto el patrimonio. Allí, en un espacio del Parque Arqueológico Rumipamba (avenida Mariana de Jesús), están los rastros de los grupos que habitaron el valle de Quito antes de la Colonia.

Vasijas, utensilios de piedra, huesos, instrumentos musicales y muchas otras piezas son parte de 31 proyectos de investigación, realizados por tres décadas.
Dayuma y Andrés Mosquera son dos jóvenes arqueólogos del Instituto Metropolitano de Patrimonio y los guardianes de ese tesoro.

Los hallazgos son tantos que de los 31 proyectos apenas las piezas de nueve están registradas y de cuatro inventariadas y subidas al Sistema de Información del Patrimonio Cultural Ecuatoriano (SIPCE). En este, usted puede conocer con santo y seña todo el patrimonio del país y las características de cada objeto, dónde fue hallado y a qué época pertenece. En el caso de Quito, desde el período paleoindio hasta el de integración.

Y son tantas partes de la historia que aún hay un cuarto entero con piezas guardadas en contenedores que van a seguir el proceso de registro e inventario.
Adicionalmente, hay un espacio dentro de la reserva en el que se encuentra en costales el material no diagnóstico, es decir, fragmentos pequeños de cerámica que no aportan con información histórico- cultural.

Uno de los requisitos para empezar con el registro y el posterior inventario (para el cual la reliquia pasa por un trabajo de laboratorio) es que la pieza tenga más del 50% de su totalidad y que, por ende, pueda aportar con información.

Y como son 31 proyectos, evidentemente, los hallazgos no solo se hicieron en un sitio. En la reserva se pueden encontrar, por ejemplo, restos hallados en lo que hoy es el aeropuerto de la ciudad, en Tababela.

También, está los restos del entierro más antiguo hallado en la capital; es decir, lo que sería el cementerio más viejo de Quito, en Rancho Bajo.

Del mismo modo, entre los artefactos que cuentan el recorrido de Quito, están artículos encontrados en Tajamar, San José de Minas, La Florida, Cocotog, entre otros.

Dayuma explica que en las investigaciones se requiere de la colaboración de varios profesionales.

En uno de los proyectos, por ejemplo, encontraron restos óseos y todos tenían un desgaste en el mismo sitio de la columna y resultó que era debido a la carga de jarros para el transporte de agua. El trabajo lo hicieron en conjunto antropólogos físicos y arqueólogos.

Uno de los objetivos de la reserva es que ya con todos los datos, las piezas halladas sean puestas en valor y que la comunidad pueda conocer la historia. El Museo La Florida es una muestra de esta premisa, pues recién la semana pasada se inauguró ahí una muestra arqueológica que incluye piezas que se encontraban en Rumipamba.

En el cuarto donde se albergan los tesoros, el acceso aún es restringido, pero una intención es que puedan acudir investigadores y nutrirse de la información. Para eso mismo, Dayuma y Andrés van colocando las piezas en perchas con las respectivas láminas: periodo paleoindio, formativo, desarrollo regional e integración.

En el detalle de la historia de Quito, como apuntan los arqueólogos, no puede faltar la descripción de que Quito era un lugar estratégico para el intercambio de productos, sin olvidar que al valle también llegaron los incas, por lo que hay piezas con características de pueblos del Perú.

En definitiva, apunta Dayuma, “somos todo lo que vemos aquí, tenemos como 10 mil años de historia”.