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20 de octubre de 2017 07:38

Quito tiene a sus parteros

Amable Poalacín atiende en el domicilio, Lourdes Lojano hace tratamiento post parto. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Amable Poalacín atiende en el domicilio, Lourdes Lojano hace tratamiento post parto. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán

Amable Poalacín, es de Quisapincha, provincia de Tungurahgua. Decidió viajar a Quito hace siete años y echó raíces por el sector de San Blas, en el Centro Histórico. Lourdes Lojano, pillareña de nacimiento, se vino a la capital hace más de 50 años, ahora vive en el barrio Chilibulo, en el sur de Quito.

Estos dos personajes son parteros de la ciudad.

El Ministerio de Salud ha identificado a 97 personas que se dedican a estas tareas solo en la capital y a escala nacional, 2 460. Algunos de ellos tienen el aval de esta cartera de Estado. Lojano -o Mama Lourdes como así la llaman sus pacientes- es una de ellas.

Poalacín aún está en el camino para obtener su diploma, por eso anda afanoso en las capacitaciones. La tarea es dura, pero pone todo su empeño. Mientras tanto, atiende con dedicación a sus pacientes, todas son indígenas, cuenta este hombre de 54 años.

En cambio, Mama Lourdes -a sus 57 años- atiende hasta mujeres gringas. “Tengo de todo un poco, indígenas, mestizas y blancas; y se marchan tan agradecidas que una mujer de Argentina hasta me fue pintando un mural en la pared de la casa”, narra la mujer que usa siempre un sombrero negro.

¿Cuánto cobra? La consulta USD 10 y un parto, con la compañía del médico del Centro de Salud, hasta USD 200. Pero don Amable no tiene tarifa por sus servicios. Cuando le preguntan: “¿Cuánto le debo?”, responde: “¡La voluntad!”.

Por eso a veces le dan USD 5 y otras, un gracias. Y él se conforma porque sabe lo que es pasar necesidades, y cuando no tiene ni para comer sale a lustrar zapatos o a vender agua y caramelos en las calles del Centro. “Eso no me avergüenza”, repite Amable.

Para mejorar su calidad de vida le toca alcanzar el reconocimiento del Ministerio, le aconseja Mama Lourdes. Conseguirlo es duro, “yo lloré tanto para perder el miedo a los médicos y al Ministerio. Porque había mucha discriminación para las personas que somos de la medicina andina y ancestral”, comenta.

Pero hay que seguir empeñoso, le reitera una y otra vez a su paisano. Y algo más: “Debe buscar que una comunidad le avale sus conocimientos para que el Ministerio le reconozca”.

Tras escuchar esa frase, Amable, con su poncho rojo intenso, afirma: “si se trata de firmas de la comunidad, eso tengo bastante porque la gente de Calguasí Grande y las 18 comunidades de Quisapincha conocen bien mi trabajo
como partero”.

Los pasos de estos parteros de Quito los sigue su prole. Las dos hijas de Mama Lourdes (la primera y la última) le ayudan en estos menesteres. Y Amable no se queda atrás, su hija también lo acompaña a las casas de las mujeres que piden su ayuda.

Esa enseñanza, afirman los dos parteros, la hacen con santa paciencia y con cariño. Tal cual a ellos les enseñaron sus mayores.