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17 de diciembre de 2019 11:55

Quito tiene una momia guagüita

Los especialistas en el laboratorio. Foto: Ana Guerrero / ÚN

Los especialistas en el laboratorio. Foto: Ana Guerrero / ÚN

Redacción Últimas Noticias
(I)

El cuerpo de un pequeño se momificó naturalmente y fue encontrado en 1989. Estaba enterrado a poca profundidad en la nave lateral izquierda de la iglesia de El Sagrario, en el Centro de Quito. Ahora, permanece en las instalaciones del Instituto Nacional de Patrimonio (INPC).

Como recapitula Rocío Murillo, arqueóloga de la institución, la momia no fue recuperada en un contexto arqueológico, fue encontrada por los maestros albañiles contratados por el INPC. Ellos estaban arreglando el piso de la iglesia. Y cuando llamaron a los arqueólogos para contarles lo hallado, el cuerpo ya estaba sacado de su contexto.

En mala hora, por accidente, le habían cortado las piernas con las herramientas que utilizaron para remover el suelo.

En ese año, le practicaron rayos X y en base de los dientes de leche se supone que el niño tenía 2 años de edad al morir. Es posible que haya sido enterrado a principios del siglo XX, por la vestimenta. Por el cabello rubio, apunta la arqueóloga, no era un niño indígena.

De lo que se conoce, es posible que el clima haya ayudado a evitar el deterioro del cuerpo. La momia se encuentra bajo las correspondientes medidas de seguridad y pasó por un tratamiento de conservación. De ahí que no se puede observarla.
Según informan en la institución, aún no está programado hacer nada más por ahora, pues se requieren recursos.

Una imagen del bebé momificado naturalmente. Foto: cortesía INPC

Una imagen del bebé momificado naturalmente. Foto: cortesía INPC

Rita Díaz, historiadora del área de investigación, laboratorio y análisis del INPC, explica que antaño había la tradición de enterrar a las personas en distintos puntos de las iglesias. Claro, no era así nomás, sino a personas provenientes de familias que apoyaban a las distintas comunidades encargadas de los templos.

Ella mismo, en El Tejar, en la Capilla de las Almas, encontró un ataúd de dos metros, hecho de plomo y uno pequeño. En el grande se hallaban los restos de una mujer robusta, aún con tejidos, órganos y grasa. Se elaboró un nuevo ataúd de madera, pues la base del anterior estaba bien desgastada, y se lo colocó en el sitio nuevamente. Esto se dio en el 92.

Posiblemente, la persona que falleció padecía alguna enfermedad. El plomo, previene, justamente, el riesgo de contagio.

Rita también halló restos en el ingreso a la iglesia de El Tejar. Un cuerpo tenía una moneda de la época republicana.

Armando Vallejo, analista de riesgo de patrimonio, también comparte que en 1990, en la Capilla de Cantuña, cuando se realizaban trabajos de pintura mural se colocaron a nivel de los ventanales pingos de madera. Cuando se ejecutaban los trabajos de limpieza se hallaron los restos de un niño. Se rescataron hasta realizar las obras y luego se dejaron en el mismo sitio.