placeholder
Las Últimas
19 de junio de 2018 08:58

La raspadita contra el cáncer

La Asociación atiende a más 14 000 personas al año. Foto: Ana Guerrero / ÚN

La Asociación atiende a más 14 000 personas al año. Foto: Ana Guerrero / ÚN

Ana Guerrero
(I)

Un aire de familia, con olor a comida caliente, donde todos luchan y se aferran a la vida. Es el albergue de la Asociación Ecuatoriana de Padres de Niños, Niñas y Adolescentes con Cáncer (Asonic).

Esa casa, en la Cordero, sector La Mariscal, recibe a madres o padres con sus hijos, quienes enfrentan la enfermedad. La tarea de sustentar la labor -emprendida en los 90- no es fácil y la organización desarrolla una iniciativa para recaudar fondos: Asonic Card.

Se trata de una raspadita cuyo valor es de UDS 3 y por la que puede, además de apoyar, ganarse varios premios, hasta un auto. La puede hallar en los Quicentros Norte y Sur y en El Bosque. Habrá más puntos.

Los fondos nunca sobran, pues para mantener el albergue se requieren, de entrada, USD 2 000 para la renta de la casa, entre las calles Urbina y Almagro.
A eso se suman los USD 1 000 para los servicios, sin contar los sueldos para la psicóloga y una persona de la limpieza. Y los alimentos.

Esta enorme labor empezó con la unión de padres de pequeños con cáncer. Una de ellas y firme hasta ahora es Carmen Gutiérrez, directora de Asonic.

Ella tiene presente el día que le diagnosticaron leucemia a su pequeño Roberto, de 6 años, fue en 1996. Ella vivía en Las Casas, por lo que no necesitaba un lugar donde quedarse durante el tratamiento de su hijo. Sin embargo, veía a otros padres que llegaban a Quito desde distintas provincias y, con cartones, arreglaban una cama en los pasillos de las casas de salud donde trataban a sus retoños.

La Asociación empezó con 42 miembros. Muchos se fueron quedando en el camino y hoy son nueve los que, como dice Carmen, se ponen la camiseta. Varios de ellos perdieron a sus hijos, como la propia Directora. “Mi hijo vivió hasta los 14 años”, cuenta.

Carmen recuerda claramente el mensaje de su Beto y que continúa siendo una motivación para sudar por Asonic: “No te olvides de mis amiguitos”.

Y así como la memoria de su hijo, cuyo retrato está a la vista en el albergue, hay otros rostros por los que seguir emprendiendo iniciativas, como la carrera
12 Horas Relevo por la Vida, que se realizó hace poco.

Para Mishel, quien llegó a Quito desde Pasaje (El Oro), Asonic es una gran ayuda, pues allí se hospedan, les dan alimentos y atención psicológica.

En el albergue, las madres ayudan en la cocina y a mantener la casa limpia. Estas tareas las realizan cuando no están en las terapias o buscando medicamentos.

Yessica Villacís, madre de otro niño con leucemia, dice que como los peques tienen las defensas bajas, todo debe estar impecable. Ella tiene dos hijos más: “La vida nos cambió”.

Los hijos de Mishel y Yessica tienen padrino, otra opción de ayuda que Asonic impulsa. En los dos casos, se trata de empresas. Las mujeres coinciden en que lo que más necesitan es dinero, pues cuando van a las casas de salud no siempre hay todo lo que necesitan para el tratamiento.

Carmen detalla que los padrinos también pueden ser personas naturales. Estos deben firmar un convenio, aunque lo principal es la buena voluntad. Entre las responsabilidades que deben cumplir están: ayudar con la compra de medicamentos, suplementos alimenticios y, en caso de fallecimiento, trasladar el cuerpo hasta su tierra.