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5 de julio de 2019 09:07

Al rescate del uso de alforjas

Los participantes mostraron diferentes formas y modelos de este accesorio tradicional de la región. Foto: Lineida Castillo / ÚN

Los participantes mostraron diferentes formas y modelos de este accesorio tradicional de la región. Foto: Lineida Castillo / ÚN

Lineida Castillo

El Parque de las Culturas, en el cantón lojano de Saraguro, fue el escenario de una multicolor muestra la semana pasada. Indígenas y mestizos llevaron sus pequeñas, grandes, viejas o nuevas alforjas; muchos las presentaron incluso llenas de alimentos.

Todos llegaron para exhibir, vender o participar en el primer Festival de las Alforjas, que tuvo el apoyo de emprendedores turísticos y artesanos de Saraguro. El objetivo fue rescatar el uso de este accesorio en la población, y restringir el empleo de fundas plásticas en las compras para aportar a la conservación del ambiente.

Ese día hubo un masivo uso de alforjas y se evidenció en quienes hacían sus compras en los mercados y caminaban por Saraguro. En el parque, los saraguros montaron 10 estands de la Asociación de Artesanos.

Manuel Puglla llevó su telar artesanal para mostrar la técnica ancestral del tejido. Los asistentes se aglomeraban para admirar cómo –con extraordinaria habilidad– escogía los hilos, entrelazaba las hebras y tejía. Este artesano lleva más de 50 años en este oficio, que enseñó a sus hijos.

También hubo música andina. Luis Sozoranga, de 78 años, llegó desde la comunidad de Tucalata. Él fue uno de los primeros en participar y trajo consigo una alforja de lana, en colores rojo, blanco y negro. Según Sozoranga, fue un regalo de su padre. Es una prenda elaborada en hilo, que se compone de dos bolsillos grandes, que están unidos por una tela y que mide entre 1,50 y dos metros de largo.

De acuerdo con los registros históricos, fue una herencia del pueblo Palta, que se asentó en territorios de la provincia de Loja.

De esa forma se extendió su uso y elaboración al chazo lojano y a los nativos de Saraguro. Este accesorio utilitario era el regalo infaltable de los padres para los recién casados.

Según Francisco Macas, conocedor de las costumbres ancestrales de los saraguros, el hombre recibía el arado y la mujer, la alforja. “Estos regalos representaban la fuerza de trabajo para la pareja y el espacio para que guarden sus sueños, ilusiones y penas”.

En los matrimonios indígenas se mantiene esta tradición, aunque con menos participación.

Este festival entregó más de 30 alforjas a los presentes, donadas por emprendedores y líderes indígenas.