San Antonio tiene harto ñeque

En San Antonio de Pichincha, en el norte de la ciudad, los vecinos le entran sin miedo a los emprendimientos. Tras la pandemia, los bolsillos de muchos se vieron afectados por lo que buscaron nuevas alternativas para seguir.
Miguel Chipantasig lleva en marcha algunos proyectos junto a su familia. Uno de ellos es la aromaterapia, a través de plantas naturales. Otro tiene que ver con la fabricación de utensilios de cocina como piedras de moler e instrumentos para asar las carnes.
Estos emprendimientos están ubicados frente al espacio arqueológico Pucará de Rumicucho.
Allí también se ofrecen productos derivados del penco, el más conocido es el chaguarmishqui o jugo natural. “Nosotros tenemos las plantas en las faldas del cerro La Marca. Para obtener este jugo debemos esperar de 8 a 12 años, por eso es súper valioso”, cuenta Jennifer Oñate.
Pero además elaboran miel y licores a base del penco, todo con el fin de presentar ideas creativas a los visitantes, pues esa zona es bastante turística.
Las artesanías también ganan terreno. Muchas de ellas se hacen con materiales del sector y piedras energéticas. Así se diseñan pulseras y collares.
Y para vender esta bisutería creativa acuden a un gancho especial: mitigar las energías negativas. “Las artesanías van a estar en bajos precios porque estamos reactivando el centro turístico, esperando su visita”, comenta la vecina Karina.
De hecho, ya son varios los moradores que aprovechan las ferias para presentar sus emprendimientos y darse a conocer.
Justamente, hace unos días se desarrolló el Festival del Cuy, un encuentro gastronómico en el que participaron los mejores platos; eso sí, se tomó en cuenta las debidas medidas de seguridad e higiene para la actividad.
“Si tenemos un emprendedor, tenemos que ayudarle, visitarlo y ver sus productos”, señala Mario Cevallos, presidente del Gobierno Parroquial.
Otro ejemplo es la Asociación de Servicios de Alimentación Catering Nutritivo Toñito, conformada por 10 personas que se encargan de alimentar a los guaguas de los cuatro Centros de Desarrollo Infantil (CDI) de la parroquia. Allí trabajan en conjunto con el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES).
“Es muy bonito, siempre estamos aprendiendo cosas”, dice Georgina Yugcha, una de las integrantes de la asociación, que prepara a diario desayunos y almuerzos nutritivos para los más pequeños.
“Me parece bien porque así estaremos tranquilos en cuanto a la alimentación de nuestros niños del CDI”, comenta la vecina Katy Salazar.
Y aunque Georgina se siente animada de ayudar con la comida para los niños, considera que el dinero que el equipo gastronómico recibe por el trabajo no es suficiente: USD 180 cobra al mes.
“Tenemos muchas ganas, pero nos desanima el no ganar lo que deberíamos. Pienso que no nos dan el trato que merecemos”, agrega la vecina.
En ocasiones, incluso, han tenido que esperar hasta cuatro meses para recibir su paga. Ahora tratan de ampliar su trabajo para ganar alguito más. Por ejemplo aprovechan que San Antonio está de fiesta para preparar la comida a los danzantes.
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