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6 de mayo de 2020 12:08

Un sitio para quien no va a casa

Las medidas de distanciamiento se cumplen en el alojamiento temporal

Las medidas de distanciamiento se cumplen en el alojamiento temporal. Foto: Cortesía Patronato San José

Ana María Carvajal

Jugar cartas, hacer informes, descansar o hacer una videollamada con la familia se han vuelto actividades cotidianas para los cinco inquilinos de la Residencia de la Universidad UTE.

Se trata de personal de la Unidad Patronato San José, que ha preferido alejarse por unos días de su familia para cuidarlos, evitando posibles contagios de covid-19.

David Duerto es uno de ellos y es promotor del programa Habitantes de Calle de la entidad municipal. Su labor es trabajar con las personas que se refugian en el albergue temporal del parque El Arbolito y en la Casa de la Niñez, que también protege del coronavirus a quienes han hecho de la calle su hogar.

Junto con sus compañeros, también debe abordar en las vías a quienes todavía no han aceptado esta ayuda. Ellos están acostumbrados a mantener medidas de bioseguridad: evitan siempre tocar a las personas a las que ayudan y conversan con ellas a una distancia prudencial. Pero ahora se extremó. Aunque trabaja con un overol, gafas, mascarilla y guantes, David sentía miedo de que en algún momento algo fallara y pudiese llevar la enfermedad a su madre, de 66 años. Ahora se comunica por teléfono y se siente más tranquilo.

La residencia de la UTE tiene siete suites, 13 habitaciones dobles y triples pero se han acondicionado para ayudar al personal del Patronato en su aislamiento voluntario.

Cuando tienen turno de 24 horas y pasan la noche en los albergues, luego tienen otras 24 para descansar. Ahí aprovechan para relajarse con música. Su compañero Paúl Túqueres se mudó incluso con su guitarra, para amenizar las horas de aislamiento.

Además de este lugar, hay otro que desde fines de marzo hasta ayer ya albergó a unas 50 personas en condiciones similares. Se trata de la Escuela Granja, una residencia que le pertenece a la Fundación Cecilia Rivadeneira y que se ha puesto a disposición de personal de primera línea en la lucha en contra del covid-19 y también de otras personas que requieren un refugio.

Raquel no está en primera línea pero llegó el 28 de abril a cumplir 14 días de aislamiento preventivo obligatorio, luego de permanecer 49 días en México. Sus planes eran quedarse allá por ocho días, pero la pandemia cambió sus planes.

Cuando llegó a Quito, la trasladaron junto con otro estudiante a la fundación, en donde pasa los días teletrabajando y aprovechando el tiempo libre para salir a los amplios patios y jardines donde puede respirar y al fin sentirse en casa.

Wilson Merino dirige la Fundación y cuenta que los huéspedes varían en función de la coyuntura. Los primeros fueron agentes metropolitanos de control y personal del ECU 911 que estuvo en contacto con personas infectadas. Luego llegaron cinco médicos algunos días, quienes temían contagiar a sus familias.

El siguiente fue un grupo de 34 presuntas víctimas de trata de personas, que incluían mujeres embarazadas y niños. Fueron sus huéspedes por cinco días. No habían comido por horas, y por ello era un gusto verlos disfrutar de cada alimento preparado en casa.

Allí se trabaja con bioseguridad y protocolos. Se han inventado actividades recreativas y deportivas a distancia, para bajarle a la tensión. Pese a la angustia por la pandemia, en este lugar Wilson ha visto postales esperanzadoras, como aquella de los pequeños llegados desde la frontera de México con EE.UU.,, quienes no pensaron en nada y corrieron directo a los columpios.