placeholder
Las Últimas
7 de septiembre de 2020 11:39

Escolares, en economía de guerra

Desde marzo, el transporte escolar se ha movilizado pidiendo soluciones. Foto: Archivo / ÚN

Desde marzo, el transporte escolar se ha movilizado pidiendo soluciones. Foto: Archivo / ÚN

Betty Beltrán. (I)

En la desocupación y en la total desesperación se encuentran los transportistas escolares e institucionales del país. Desde que comenzó la emergencia sanitaria por el covid-19, sus unidades están parqueadas y sin esperanza de que vuelvan a circular en un tiempo corto.

La situación es alarmante en ese gremio, más aún cuando comenzó el año escolar en la Sierra-Amazonía y la educación virtual se mantendrá. Eso tiene a la mayoría en la ruina, menciona Lenín Calupiña, presidente de la Unión Provincial de Transporte Escolar e Institucional de Pichincha.

Ese gremio aglutina a 48 operadoras con 3 800 miembros y solo el 20% tiene algún ingreso mensual; “el resto se come la camisa”, agrega el dirigente. Solo en Pichincha hay 7 800 transportistas de este tipo y el drama es calcado.

Ante esa realidad han golpeado las puertas de los gobiernos nacional y seccional, pero no hay ningún proyecto para reactivarlos. Por eso los escolares e institucionales activaron, todos los días a partir de las 19:00, el ‘Cacerolazo escolar’, para reclamar sus derechos.

De igual forma ya alistan el paro nacional del transporte escolar, ya que su gremio se está muriendo de hambre, apunta. La fecha aun está por analizarse con el resto de gremios de otras provincias.

Actualmente, solo un 20% de los agremiados está laborando. Unos movilizan al personal de empresas públicas, pero el problema es que no les pagan algunos meses. Otros trabajan con firmas privadas, aunque sea a un costo muy bajo.

Calupiña cuenta que se han visto forzados a bajar los costos. Por ejemplo, si antes un recorrido de una hora se pagaba USD 1 000 al mes, ahora está en 450.
E incluso el tiempo de la ruta se ha extendido.

Su drama se ahonda porque el transporte ilegal se ha extendido por todo lado del Distrito. Y eso les pone más en las cuerdas, de allí que pide más controles de la Agencia Metropolitana de Transporte (AMT), pues “los piratas están trabajando como Pedro en su casa”.

Esa situación, agrega el dirigente, empeora su situación. El 80% de su gremio pasa la lengua por la pared y sus compañeros del volante se pasan llamando a la dirigencia, buscando la manera de trabajar. Eso, dice, le rompe el corazón.

Algunos transportistas han sacando los asientos de sus unidades para vender aceite, plátano, víveres… El resto vive del préstamo o de la ayuda de sus familiares, confiesa Calupiña.

La idea es sobrevivir con la economía de guerra; o sea, en el desayuno agua con pan, en el almuerzo una sopa de fideo o arroz con plátano, y en la tarde lo que Dios diga. Y no están exagerando, porque este momento no tienen ingresos y esto va para largo...